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La ilusión perdida

La ilusión perdida

miércoles 27 de febrero de 2008, 01:31h

Que haya sido un funcionario de la Policía Metropolitana la persona que murió al activar una bomba contra el edificio sede de Fedecámaras y no un miembro de supuestos escuadrones paramilitares colombianos, como lo afirmara José Vicente Rangel, no resulta una simple contradicción en la cual el melifluo ex vicepresidente suele caer sin perder la compostura.

El comentario, aparecido el domingo en la mañana por Televen, fue grabado posiblemente el jueves o el viernes, mientras que el atentado en el cual murió el funcionario policial se produjo entre la medianoche del sábado y la madrugada del domingo.

De manera que el periodista se refería a hechos similares ocurridos con anterioridad, aun cuando en todos, tanto antes como después de hablar Rangel, un presunto grupo pro-oficialista, autodenominado Venceremos, se atribuye su autoría.

Ahora, como por impericia, por nerviosismo o por lo que fuera, el responsable de la acción terrorista en Fedecámaras, no sólo haya resultado víctima de sus propios actos, sino plenamente identificado como miembro de la PM, echa por tierra la hipótesis de Rangel, que es la misma de Chávez: los paracos colombianos actúan en Caracas con total impunidad y pese a las famosas tareas de "inteligencia" que probarían las denuncias, hasta ahora el único plenamente involucrado en los hechos es un miembro (¡oh paradoja!) de aquella institución policial que según su nuevo jefe e ideólogo debe ser insurgente y subversiva.

Por eso afirmamos que no se trata de una simple contradicción sino de una evidencia, bastante clara, aunque difícil de entender, en apariencia, sobre el origen de los intentos desestabilizadores.

¿Insólito que sea desde el propio Gobierno que presuntamente se actúe en contra del orden establecido para generar terror? No tanto, si observamos que estamos ante un Gobierno y un Presidente que hace tiempo perdieron el rumbo de lo único que les salía bien: mantenerse en el poder a merced de su conexión con la fuente del poder, es decir, el respaldo de la población.

La llave maestra para imponer un régimen con visos totalitarios, sin recurrir a la fuerza pura y dura, eran las elecciones. El proyecto de Chávez resultaba inexpugnable porque las grandes mayorías estaban con él. Pero eso dejó de ocurrir hace ya casi un año (el cierre de RCTV resultó decisivo) y perdida la magia de su invencibilidad, ha quedado al descubierto lo frágil y quebradizo de un régimen que se desvanece en el aire sin remedio aparente.

Claro, el remedio sería provocar una situación de ingobernabilidad que, llegado el momento, justifique la suspensión o diferimiento de las elecciones de noviembre. En otras palabras, se promovería el caos, la violencia y el terror como sucedáneos de las elecciones para aferrarse a lo que ya es, apenas, un ilusión perdida.

Roberto Giusti

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