Unidos y solidarios

Los Ríos, Azuay, Cotopaxi, Guayas, Loja, El Oro, Manabí, Chimborazo y Tungurahua soportan las peores inundaciones que se recuerdan en años. Se reportan ya una veintena de muertos, heridos y desaparecidos, 450 mil damnificados y casi 120 mil hectáreas de cultivos destruidas.

Un cálculo preliminar de las pérdidas en el sector agrícola, las fija hasta el momento  en 160 millones de dólares. Para nadie es un secreto que se trata de una verdadera catástrofe.

Tres y medio millones de compatriotas han sido afectados por las precipitaciones y las crecidas y desbordes de los ríos. La Defensa Civil y la Cruz Roja no se alcanzan con su personal y recursos para enfrentar tamaña catástrofe. De varios países amigos e instituciones internacionales ya se recibe ayuda. En la capital de la República y en otras ciudades se recogen y envían a las zonas afectadas vituallas, ropa, agua potable y medicinas.
 
Se hacen grandes esfuerzos por mantener las vías de comunicación fundamentales y los servicios básicos. Municipios y consejos provinciales ayudan a sus homólogos víctimas de este implacable temporal. El gobierno adelanta partidas y destina más recursos a las provincias afectadas; el ejército y la policía trabajan por resarcir de alguna manera las consecuencias de esta tragedia. 

Este es el momento de estar unidos, dejar a un lado la politiquería, los debates banales, el discurso electoralista, el regionalismo cerril, las medidas excluyentes y el fomento del odio de clases. Debemos trabajar con firmeza por quienes claman por ayuda, por ese Ecuador abnegado y creador golpeado por las fuerzas ciegas de la naturaleza y la imprevisión.