Las sonrisas grotescas de los candidatos José Luis Rodriguez Zapatero y Mariano Rajoy al inicio del debate televisivo que acaba de terminar, se transformaron en gestos agresivos en más de una ocasión que vienen a demostrar las dos formar de entender España. ¿Quién ha ganado el debate? La respuesta a la pregunta del millón es, para éste crónista, muy sencilla: la ciudadanía; esto es, el hombre de la calle. El candidato socialista ha estado en su forma natural, zafio en ocasiones, contundente en otras y brillante a la hora de acorralar a un Mariano Rajoy con el 11-M y la guerra de Irak. ¿Cómo es posible que el candidato popular cayera en esa trampa? Por su parte, el candidato popular estuvo tímido, coherente en sus reivindicaciones e irónico que llegó a cabrear a un “aprendiz de brujo”.
Varias cosas han quedado muy claras en este debate: la sanidad no le interesa a nadie; la famosa “primera pregunta” de Rajoy a Zapatero se formuló como cada uno de los candidatos quiso, y el televidente sigue sin enterarse de la auténtica cuestión.
El “minuto de oro”, para mí, fue cuando tras una serie de ráfagas mortales de Rajoy a Zapatero con Cataluña de fondo (multas a comerciantes que rotulan en castellano, el desastre del barrio del Carmel, los apagones de Barcelona y los sustos de la alta velocidad, con el protagonismo de una ministra de Fomento cada vez más criticada), el candidato socialista y actual presidente del Gobierno replicó: “señor Rajoy, hablemos de Andalucía…”
En suma, un debate, en su primera parte aburrido, con un segundo tiempo tenso que ha tenido como protagonista a Mariano Rajoy y un final lacrimógeno por ambas partes. Ante este escenario, los españoles tendremos que votar el 9 de marzo al candidato menos malo. Y, a todo esto, el millón de españoles sordos sin poder entender de primera mano el debate, porque no se previeron los especialistas en lenguaje de signos...