El libro blanco de Petete y el túnel del tiempo

¿Conocen  aquella historia del baturro que iba por la vía del tren y al oír que el maquinista tocaba el pito – o como se llame – le dijo . “chifla, chifla, que como no te apartes tú yo de aquí no me muevo”?

El baturro, aunque haya nacido en León, es Zapatero que ha ido al debate a contar generalidades, objetivos teóricos y búsqueda de soluciones basadas en la creación de observatorios económicos y convocatorias de reuniones con sindicatos y Presidentes de Comunidades autónomas para solucionar problemas que no se resuelven creando comisiones de estudio. No ha querido oir el pito del tren, porque para él lo importante era ignorar la realidad de sus cuatro años de gobierno.
Después de este debate yo no le compraría un coche usado a Zapatero, porque no me resulta creíble.

La mejor realización de este segundo debate ha permitido ver los ojos y la expresión en un primer plano, y aunque ZP es  más guapo, tiene los ojos azules y viste mejor, yo le contrataría como comercial de una marca que tiene que vender productos, pero no para gestionar una empresa importante.

A pesar de que ZP abría los turnos, Rajoy, en mi opinión, ha marcado de lo que había que hablar y mientras el primero teorizaba y manoseaba un gran libro blanco con datos, el candidato del PP hablaba de la España real.

Todo esto ocurrió hasta que Zapatero vio que tenía que hablar del pasado y recurrió a la guerra de Iraq y al 11 M, un pasado que necesitaba hacer presente para ocultar lo que hoy ocurre en España.

No sé quien ha ganado el debate, porque  la opinión va por barrios ideológicos, pero me alegro de que se haya celebrado porque es lo único importante que ha ocurrido en esta campaña electoral.

Aquí no había  ni trampa ni cantón, y tampoco insultos ni chistes facilones.
Aquí ha habido dos formas de ofrecerse al electorado. Zapatero ha dicho:” apueste por mí, que esta vez procurare hacerlo bien y no como en los cuatro años precedentes”, y Rajoy ha dicho: “fíese de mí, que yo gobernaré haciendo acuerdos con los demás y gobernaré para todos”.

La conclusión es ¿y ahora qué?

La respuesta es: que se pongan de acuerdo los dos partidos, gane el que gane, en vez de entregarse al chantaje de los votos de minorías que no creen en nada de lo que se ha hablado en este debate.