Bette Davis arriba a sus 100 años

Greta Garbo, Katharine Hepburn y, desde el sábado 5 de abril, Bette Davis son mitos del celuloide con un siglo a sus espaldas, unas divas forjadas entre dos guerras mundiales que reinaron en Hollywood con la llegada del sonido a las películas.

Ruth Elizabeth "Bette" Davis, que celebraría el centenario de su nacimiento, es uno de los iconos de una generación irrepetible de actrices que supieron ponerle voz, además de una cara bonita, a las películas que hasta entonces eran mudas.

Davis, la mujer de los ojos enigmáticos, llegó a Hollywood en 1930 a buscar fortuna tras debutar en los teatros de Nueva York, en una época difícil en EEUU que también convulsionó al cine.

El país estaba sumido en una depresión económica, tras el hundimiento bursátil de 1929, y dos años antes los estudios Warner Brothers habían iniciado una revolución con la introducción del sonido en sus largometrajes con el filme "The Jazz Singer" (1927).

El salto tecnológico marcó el ocaso de las carreras de muchas actrices emblemáticas del género mudo, como Clara Bolw, que se retiraría en 1933 tras no encontrar su sitio en el cambiante Hollywood, que empezó a buscar desesperadamente savia nueva para alimentar su incipiente "star system".

De la cantera de Broadway llegarían a principios de los años 30, además de Bette Davis, Katharine Hepburn o Ginger Rogers, unas veinteañeras a las que pronto dejarían de hacer sombra nombres como Marlene Dietrich o Mae West.

Por aquel entonces el éxito ya le había llegado a Greta Garbo con dos candidaturas a los Óscar el mismo año por los filmes "Anna Christie" y "Romance" (1930), sus primeras películas sonoras en las que causaría sensación por su marcado acento nórdico.

Al final de su carrera, esta sueca se tuvo que conformar con un Óscar honorífico a pesar de sus cuatro candidaturas.

En ese tiempo, Joan Crawford, otra de las divas del cine, había dejado de ser una desconocida.

Tras varios papeles en filmes en la segunda mitad de los años 20, Crawford saltaría al estrellato con su interpretación de Diana Medford en "Our Dancing Daughters" (1928).

Con el cambio de década empezaron a llegar las películas que encumbrarían a Davis, Hepburn y también a Barbara Stanwyck, otra de las celebridades del cine, una lista a la que se incorporaría poco después otra sueca mítica, Ingrid Bergman.

Bette Davis se ganaría a la crítica tras su papel en "Of Human Bondage" (1934) y obtendría su primera nominación al Óscar como mejor actriz por "Dangerous" (1935).

Su contemporánea Hepburn obtuvo su primer éxito cinematográfico con "Bill of Divorcement" (1932), pero tuvo más éxito con los premios de la Academia y obtuvo su primera estatuilla por "Morning Glory" (1933).

La polifacética Barbara Stanwyck se tendría que conformar con la estatuilla honorífica, al igual que Garbo, pero desarrollaría una lucrativa carrera en la gran pantalla, aunque sus mejores películas tardarían en llegar, tal fue el caso de "Double Indemnity" (1944).

Joan Crawford sería una de las actrices que superaría la barrera del sonido en Hollywood.

La actriz respiró tranquila tras el éxito de su primera cinta sonora, "Untamed" (1929), y tras varias películas en los 30 consagraría su carrera con "Mildred Pierce" (1945), que le depararía su primer y único Óscar a la mejor actriz.

Sin embargo, la llegada de la Segunda Guerra Mundial coincidiría con el advenimiento de la siguiente generación de divas en la edad dorada de Hollywood y, poco a poco, Ava Gadner, Judy Garland, Rita Hayworth o Marilyn Monroe reclamarían su lugar en el firmamento.

Durante su carrera, Bette Davis logró once candidaturas a los Óscar y dos estatuillas como mejor actriz, la segunda por su interpretación en "Jezebel" (1938) y su estrella aún luciría con fuerza tras la segunda conflagración mundial, con películas como "All About Eve" (1950).

Pero Davis nunca llegaría a tener el reconocimiento de Hepburn, que sumó 21 candidaturas y cuatro Óscar, el último por "On Golden Pond" (1981), y protagonizó cintas inolvidables como "The African Queen".