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OPINIÓN/Víctor Gijón

Agua que viene y va

Agua que viene y va

viernes 25 de abril de 2008, 14:52h
Se nos vendió que la privatización del Servicio Municipal de Aguas, la joya de la corona, el único servicio público que daba beneficios al Ayuntamiento de Santander, tenía por objeto principal prestar una mejor atención a los usuarios.
Se nos vendió que la privatización del Servicio Municipal de Aguas, la joya de la corona, el único servicio público que daba beneficios al Ayuntamiento de Santander, tenía por objeto principal prestar una mejor atención a los usuarios. Pues menos más que no nos prometieron la luna porque se nos abría caído encima rompiéndonos la crisma.

El nerviosismo con que ayer compareció por tres veces el alcalde de Santander, Iñigo de la Serna, resulta chocante. Uno le esperaba preocupado --es lógico cuando hay miles de santanderinos, de esos que dice amar y defender en exclusiva, no como la oposición, sin agua en sus casas, en sus trabajo, en sus comercios, en sus empresas…--. Preocupado sí, pero ¿por qué crispado?

En este asunto, como en otras circunstancias que no citare para evitarme las invectivas del alcalde, los indicios, las denuncias sobre problemas en las conducciones de agua en la zona donde se produjo la avería, eran varios y anteriores al hecho. Además, y salvo que el alcalde y anterior gestor de Medio Ambiente no haya hecho bien los deberes, es público y notorio que la red de agua de Santander es vieja y está mal cuidada.

No es casual que media ciudad se encuentra llena de zanjas donde figura la razón social de Aqualia, la empresa concesionaria del SEMAS, por el que pagó una millonada. Dinero, por cierto, que el equipo de Gobierno del PP se gastó alegremente en la campaña electoral pasada. Aqualia, que ha hecho un gran desembolso económico, se ha encontrado con que la situación de la red de distribución estaba bastante peor de lo que le habían dicho y no dan abasto a tapar agujeros, nunca mejor dicho.

El alcalde De la Serna dijo que no había que exagerar, que lo ocurrido era simplemente que “un tubo se ha roto”. Pero él sabe, todo sabemos, que el tal tubo no era uno cualquiera, sino parte de la tubería principal de suministro a la ciudad. Por ello 30.000 santanderinos, 50.000 según otras fuentes, han estado hasta 30 horas sin una gota de líquido elemento.

De la Serna demostró, al igual que en problemáticos sucesos anteriores, que es un excelente gestor de buenas noticias y magnífico protagonista de fotografías publicitarias, pero pésimo administrador de situaciones conflictivas. Cuado estas surgen, primero se oculta, luego minimiza el asunto y, finalmente, y ante hechos cuya gravedad es imposible negar, se lanza a criticar que la oposición le critique. Es una constante en su forma de proceder y si no recuerden el caso Mercasantander o el hundimiento de edificios en el Cabildo de Arriba.
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