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Cómo pasar de la protesta al cambio

Cómo pasar de la protesta al cambio

viernes 09 de mayo de 2008, 17:46h
“La política, actualmente, es la tragedia”. La idea, expresada por Napoleón en 1806, tiene una feroz actualidad.

En realidad el problema de la política, como tragedia, excede el marco de la dirigencia y afecta a la sociedad entera. La Argentina política se divide –siempre hay matices- entre “espectadores puros” y una mayoría de “dirigentes incapaces y corruptos“ que son reelegidos, rutinariamente, por esos mismos espectadores.

El conflicto con el campo ha recreado esa paradoja.
Son muchos los que preguntan indignados: ¿dónde están los políticos de la oposición? La respuesta es que están donde la mayoría de los argentinos, a lo largo de los últimos ocho años, quiso que estuvieran.

Cuando en diciembre de 2001 se elevó el coral de las cacerolas las voces cantaban en la noche: “que se vayan todos”. En aquellos días había 123 diputados justicialistas y 63 radicales opositores. Seis años y cinco meses después, cuando se escucha en la Cámara de Diputados el timbre de la presidencia llamando a sesión se sientan 160 diputados –entre propios y aliados- del mismo espacio mayoritario. Los radicales han quedado reducidos a 24, las fuerzas divididas de Elisa Carrió suman 27 y el Interbloque que moviliza PRO reúne solo a 17.

Sin esa mayoría no habría facultades extraordinarias, ni control del Consejo de la Magistratura, ni manejo discrecional de los recursos de la famosa “caja”, ni retenciones a la exportación legisladas por decreto.

Asimismo es demasiado lineal y rudimentario, además de falso, el argumento de que esta mayoría elegida por millones se construyó dándole a cada uno de los que iban a votar algo a cambio, aunque este acto de corrupción se haya producido en forma aislada.

Es razonable que el conflicto con el campo haya desatado protestas, cadenas a través de Internet, mensajes de texto y movilización de los pueblos afectados.

Pero protestar no es cambiar.

Para cambiar realmente, para no repetir la frustración que vivimos después de 2001, para empezar a elegir una nueva mayoría de dirigentes distintos y en todo caso mejores, los argentinos tendrán su oportunidad en octubre de 2009. Es probable que ese día no haya una crisis y que el optimismo de la campaña electoral haga olvidar mayo de
2008.

Sin embargo, la única manera de producir un cambio, dentro de 17 meses, es que el voto sea tan apasionado y tenga la misma dirección e intensidad que la indignación de hoy.
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