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¿Izquierda latinoamericana?

¿Izquierda latinoamericana?

martes 20 de mayo de 2008, 15:54h

Immanuel Wallerstein se preguntaba en un artículo aparecido en La Jornada de México el día domingo: “¿Qué tan a la izquierda se ha movido América Latina?”. La pregunta, viniendo de una de las figuras más insignes de las ciencias sociales a nivel mundial es válida, aunque se la haya hecho ya muchas veces y manipulado más por parte de los propios interesados en dar la imagen de un movimiento unido y férreo que avanza cantando las canciones de los años sesenta en una extraña mezcolanza de autoritarismo y centralismo estatal.

Para Wallerstein hay cuatro tipos de evidencia que justificarían que el centro de las sociedades latinoamericanas se habría “movido considerablemente a la izquierda de donde estaba hace apenas 10 años”. La primera es el distanciamiento de estos nuevos gobiernos con los Estados Unidos. La segunda, la importancia política y el poder de los movimientos indígenas en la región. La tercera, el resurgimiento de la teología de la liberación en la agenda ideológica de los gobiernos de esa tendencia.

Finalmente, la cuarta, el posicionamiento del Brasil como líder del bloque regional sudamericano. Ello habría impedido entre otras cosas la implementación por parte de la Organización Mundial de Comercio de una agenda neoliberal de comercio.

Wallerstein es franco: todo esto no implica una revolución. Máximo el corrimiento del centro a la izquierda. Pero hay más. Si se analizan las cuatro evidencias, el eje articulador de las mismas es el distanciamiento, por no decir el debilitamiento de la influencia, de los Estados Unidos en el mundo que, de acuerdo al análisis del sociólogo estadounidense, obedecería al contexto de un proceso mundial de multipolarización que implicaría un cambio en las relaciones norte – sur. No deja de ser extraño que el movimiento hacia la izquierda de los países latinoamericanos identificados en grandes líneas generales con esta tendencia venga dado por la pérdida de poder de Washington en la región y no por el crecimiento de una conciencia ciudadana.

El resurgimiento de la teología de la liberación -mientras no se demuestre lo contrario- tiene más el efecto de un mascarón de proa que otra cosa. La tesis de pensadores como Ignacio Ellacuría es que debería realizarse en sociedades democráticas y no arrogarse el derecho de invadir el espacio de lo secular. Por lo demás, lo decían Hegel y Weber, los profetas no sirven para administrar sociedades.

El análisis de Wallerstein, limitado seguramente por el espacio, deja de lado algunos problemas. Los cambios estructurales por ejemplo, que se supone se estarían produciendo en estas sociedades y que serían la única garantía de que se está construyendo en realidad una sociedad diferente y no simplemente el relevo de grupos de poder. Esos cambios estructurales implican la consolidación de la democracia y no la concentración de poderes en un caudillo. Diluye las diferencias entre los líderes de los diferentes países. Chávez no es Lula afortunadamente. Tampoco el problema de la descentralización del estado, asignatura urgente y pendiente de la izquierda.

Editorial tomado del diario Hoy de Quito

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