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Madina sigue siendo un crack

Madina sigue siendo un crack

martes 14 de noviembre de 2006, 22:58h

Con 26 años y recién nombrado MVP en Euskadi, Eduardo Madina iba para crack del voleibol profesional cuando una bomba lapa le arranco la pierna izquierda y casi la vida. Hoy nos ha puesto los pelos de punta a la mayoría de los asistentes  al juicio en la Audiencia Nacional, contando como sus 1,91 metros de estatura le salvaron la vida. Hasta ese momento le servían para volar hasta los 2,45 metros de altura de la red para lograr espléndidos remates yobtener puntos ganadores en su carrera deportiva. Aquel día, hace ahora casi cuatro años y medio, su estatura alejó lo suficiente su corazón y su cerebro del suelo y del volante del coche que conducía para impedir que los devorara el vómito de muerte que entró como una exhalación en el vehículo al explotar la bomba lapa que le habían colocado en los bajos.

Sin quebrar el tono de voz, con emoción contenida, ha contado como sufrió un mes en el hospital, mas siete meses de recuperación física y sicológica, la pérdida poco después de su madre que falleció a los 49 años de un infarto tras no salir de una profunda depresión… Y ha confesado que aún le quedan años por superar el trauma, un trauma que dice compartir con tantas víctimas del terrorismo.

Pero ahora Madina es un crack como diputado, uno de los mejor preparados y de mayor futuro en la bancada del PSOE, aunque si no fuera tan largo y tan buena gente pasaría casi desapercibido en el Palacio del Congreso. Es discreto. Tanto que se ha ido de la Audiencia Nacional sin hacer una sola declaración a los medios de comunicación. Todo lo había dejado dicho dentro. Las dos alimañas que presuntamente atentaron contra su vida han escuchado desde la pecera, con la mirada perdida o con risitas bobaliconas, después de llamar fascista al tribunal, como su víctima agradecía a las fuerzas de seguridad y a la judicatura su eficacia en la lucha contra el terrorismo y reafirmaba profesión de fe en sus convicciones y en sus compromisos políticos por muchas bombas que le pongan. No han entendido nada.

También han sido insensibles a esta historia de sufrimiento y de compromiso los dirigentes de la Asociación de Víctimas del Terrorismo que hoy, al parecer, no tenían reproches al Gobierno que hacer ni consignas que repartir. Por eso no han ido al juicio. Esta víctima no debe ser suya y eso que alardean de representar a las víctimas y las usan para intentar marcarle la política antiterrorista a Zapatero.

Después de escuchar en primera persona una historia tan sobrecogedora me resulta aún más incompresible comprender como nadie puede intentar utilizar el dolor de los demás, por muy insufrible que resulte el propio, y usarlo como arma arrojadiza en un debate meramente político.

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