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Cerrando el grifo

Cerrando el grifo

miércoles 28 de mayo de 2008, 19:42h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.
Andan preocupados en la Generalitat de Catalunya. Y lo están por exceso de aguas pluviales. Este mes de mayo que acaba (el día 28 es cuando los empresarios comme il faut estampamos nuestra firma en el correspondiente documento bancario que sirve para iniciar el proceso de pago de las nóminas del obreramen propio) se ha caracterizado en toda España por la intensidad de sus lluvias.

¡Qué bien, es agua de mayo!, decían muchos hace una quincena larga.  Ahora, claro está, se muestran hartos por las lluvias. Y eso que la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, sector español, allá por el pasado mes de marzo estaba a punto de recomendar rogativas ad petendam pluviam. Puñetera falta que hizo, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y mojados niños y niñas que me leéis. Salimos a una docena larga de chaparrones por jornada. ¡Y eso sin contar los que, de forma metafórica, se producen en las ondas de la cadena radiofónica más mitradas de todas las cadenas radiofónicas mitradas, incluyendo a Radio Vaticano!.

Claro, nada más percatarse el Gobierno de ZetaPé de que los pantanos catalanes comenzaban a alcanzar niveles del 45%, pues como que les entró un apuro por haber permitido la conducción –o sea, trasvase— de agua del Ebro a Barcelona. “Ya no hace falta”, dijeron en La Moncloa. “¡Claro que no hace falta!”, se unió al coro Marcelino Iglesias, el presidente –sociata, por cierto—de la Comunidad de Aragón. “¡No nos chaféis la guitarra, que ya hemos empezado con las expropiaciones!”, les replicó el president José Montilla.

Y así están las cosas, pequeñines/as míos/as. El Gobierno dice que hay que derogar el decreto de medidas urgentes para combatir la sequía. Y lo dice poco menos con el agua al cuello –y no es una metáfora, no—y mirando de reojo hacia la cuenca del Ebro. Ahora se trata de empezar a hacer que la Generalitat cierre el grifo de la conducción –o sea, trasvase—para que no se pueda hablar de agravios comparativos entre comunidades autónomas.

La valenciana, sin ir más lejos, que tiene el ojo puesto en el verano, por aquello de que los campos de golf y las urbanizaciones playeras, incluyendo Marina d’Or, siempre andan faltas del líquido elemento. Para derrocharlo, naturalmente. Fijaos sino en lo que hacen las clases bajas cuando están de vacaciones a la vera, verita, vera del mar. Antes de irse a la playa, pongamos que a las diez de la mañana, dejan correr los grifos del apartamento alquilado. No es que, con este derroche, salgan más limpitos y bien olientes, pero como que el agua entra en el precio del alquiler… ¡hala, a caño suelto!. Y lo mismo por la tarde. Se meten en la ducha para sacarse el salitre y la arena playeros. Normalmente lo consiguen a los dos minutos bajo el chorro de la ducha. Pero no les basta. Durante media hora larga, el agua corre tal como en las cataratas del Iguazú (Brasil).

El agua, amadísimos/as de mi paterno corazón, es un bien escaso. Y conviene no derrocharla. Bueno, eso es lo que dice todo el mundo, pero sólo lo dicen. Que de la teoría a la praxis media un larguísimo trecho.
El Gobierno de ZetaPé recomienda a la Generalitat que cierre el grifo de la conducción –o sea, trasvase-, que no es necesario. Parece ser, según me comentan algunos amigos del club, que Montilla, a regañadientes, le va a hacer caso. Con ello no será el primer grifo que se cierre, porque en La Moncloa, están por la labor de reducirle el caudal a Cataluña. El caudal de la financiación autonómica que la Generalitat tripartita anda esperando –esta vez sí y todavía más—como auténtica agua de mayo.
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