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Congreso saludable y con gestos

sábado 21 de junio de 2008, 11:27h
El Partido Popular llegó por fin a su Congreso de Valencia con las cuestiones nominativas más o menos resueltas. La petición que muchos habían exigido a Mariano Rajoy de que diese los nombres más importantes de su futura Ejecutiva encontró respuesta horas antes del inicio del evento popular. María Dolores de Cospedal se quedó con  la Secretaría General y las Vicesecretarías recayeron en Javier Arenas, Ana Mato y Esteban González Pons.

Todavía quedaban puestos sin cubrir y las ilusiones de muchos de mantenerse en el Comité Ejecutivo, y de otros de entrar en el equipo de Rajoy,  se mantenían intactas, aunque con más dudas que certezas. ¿Castigarán al vicepresidente primero de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, quitándole de la dirección nacional de los populares por hacer uso de la libertad de expresión que todos reclaman como oro en paño? No se sabe todavía.

El que será reelegido para continuar como número uno del PP tiene escaso margen de movimiento, porque si le echa por hablar quedará como un censor y si le mantiene, quizá es que no tiene argumentos de peso para no volver a contar con él. Junto a estas cuestiones de quítate tú para que me ponga yo, los asuntos políticos relativos a la intención de  no estigmatizar a los nacionalistas y tener tratos con ellos igual que con cualquier otra formación democrática, o las estatutarias referidas a la necesidad de primar la participación de todos los afiliados en decisiones importantes como la elección de los cargos más altos del organigrama del centro derecha,.parece que no tienen muchas posibilidades de ser debatidas en profundidad y libertad, ya que, a juicio, de algunos de los compromisarios,  “estamos en ello, pero la cosa pinta mal”. En concreto, se refería a la enmienda relativa a la cuestión de los matrimonios homosexuales, que, por cierto,  forma parte de la actual legislación. “Esto no es Bulgaria, es un Gulag”, según un militante que ponía de manifiesto que debatir, lo que se dice debatir, no entra en el guión de los organizadores del XVI Congreso del PP. Este es  el convencimiento de muchos populares que esperan mejores tiempos para hablar del futuro.

Lo que se veía por fuera, por los pasillos, no se conocerá tan en profundidad como las cuitas de los compromisarios de un  Congreso más parecido a un curso de vida saludable. Largos pasillos en unas naves inmensas que requieren de largas caminatas para desplazarse de un lugar a otro, de la Ponencia Política a la Ponencia Económica, y de éstas a la sala de prensa. Se veía un claro interés por la salud de todos los asistentes y un  excesivo afán en  que nuestro corazón mejore con los paseos. Todo muy saludable, incluso la orden de no ofrecer más que un bocadillo y una cerveza o refresco en el avituallamiento para periodistas que organizó el PP.

Gracias por darnos de comer tan poco. Siempre pensando en la salud de los demás. Junto a esto, la política de gestos que tanto agrada a nuestra clase política. Lo más destacado,  el manotazo con el que saludó José
María Aznar   a Rajoy, después de abrazar al despedido Ángel Acebes, quien segundos antes había dado su último discurso como dirigente popular.

También, por qué no decirlo, el apretón con el que, en forma de abrazo,  obsequió el todavía  secretario general del PP al alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón.

Una seguidora del amigo, por decir algo,  de Esperanza Aguirre estaba encantada de que este gesto contase con el apoyo mayoritario de los congresistas, porque demuestra que el hombre del “verso suelto” es tan querido dentro como fuera del PP. El que no se contenta es porque no quiere. Yo estoy muy contento por el único bocado que me llevé a la boca, gracias a las normas saludables del PP, y por recorrer metros y metros de pasillo para ir de un sitio a otro en busca de lo que no encontré.
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