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Manicura y garras de acero

jueves 26 de junio de 2008, 14:08h
Desgraciadamente, el querido y malogrado Terenci Moix no llegó a conocer a Esperanza Aguirre en todo el esplendor de su mando. De haberlo hecho seguro que la hubiera incluido, más o menos maquillada, como una de las protagonistas de “Garras de astracán”, novela voluntariamente esperpéntica sobre la condición femenina. Terenci hubiese disfrutado casi tanto con este personaje como con la contemplación de musculados gimnastas con atuendo de legionarios romanos, por lo menos.

La presidenta de la Comunidad de Madrid sólo ha tardado tres días en pasarles factura a dos de sus consejeros que dieron públicamente -cosa que, de boquilla, también hizo ella- su apoyo a Mariano Rajoy. La señora Aguirre, sin necesidad objetiva alguna, se nos presenta ahora como la derrotada en un congreso el que no se había presentado como candidata. Cuesta creer que ella juegue al victimismo, aunque su actitud formalmente lo parezca. Tampoco hay que ver una jugada sutilmente maquiavélica (la sutileza no es, precisamente, el fuerte de la presidenta madrileña), sino la confirmación de lo que el columnista a distancia (perdonen por la autocita) había previsto: Esperanza Aguirre va a por todas. Su próxima meta es la candidatura a la presidencia del Gobierno. Aspira a La Moncloa con todas sus consecuencias y, en el 2012, sólo los electores tendremos la última palabra sobre el particular. No cabe ninguna duda al respecto.

Sin demasiado interés en el disimulo, la señora presidenta ha remodelado el Gobierno autónomo madrileño. Entra dentro de sus facultades el hacerlo en el momento que estime oportuno. Por eso ha sacado sus garras de acero y ha dado dos zarpazos a los consejeros no adictos. Caen los dos, Manuel Lamela y Alfredo Prada. Y da por amortizados otros tres: Fernando Merry del Val, Beatriz Elorriaga y Gádor Ongil. A los integrantes de este último trío -otra cosa no, pero Aguirre vela a por los suyos, sino como madre protectora, al menos como tía agradecida- les encontrará algún tipo de acomodo o alguna cómoda sinecura. Y es que la presidenta madrileña no tiene ni un pelo, ni una mecha de tonta. Dejar agraviados a sus espaldas, los mínimos e imprescindibles, al resto hay que mantenerlos contentos.

Dura como el pedernal. De garras de acero pulido y externamente manicuradas a la perfección, Esperanza Aguirre lanza su primer gran órdago a la dirección de su partido. Es sólo el aperitivo. Ni ella misma, en su fuero interno, se cree lo de la austeridad presupuestaria. Lo dice públicamente, de boca para afuera. Pero la presidenta madrileña sufriría una decepción si los medios de comunicación y la opinión pública comulgaran con esa rueda de molino. Su mensaje está claro. Ella va a por todas.
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