El debate económico más esperado de los últimos tiempos se ha saldado con una soledad presidencial como nunca se pensó que pudiera ocurrir. Para este debate, solicitado por IU y por el PP y apoyado por todos los grupos, menos por el socialista,
Zapatero se lo preparó unas horas antes con su vicepresidente económico,
Pedro Solbes, con quien mantuvo un almuerzo.
Pero sirvió de poco:
Zapatero subió a la tribuna para negar la mayor: aquí no hay crisis, ni mucho menos recesión económica, sino sólo una acusada desaceleración, pero a la que puede hacer frente sin problemas la economía española.
En síntesis,
Zapatero subió a la tribuna para, en una larguísima intervención inicial más propia de un debate sobre el estado de la Nación que un examen económico, vender de cara al electorado los logros sociales del Gobierno en momentos difíciles, negar cualquier atisbo de crisis, aunque admitiendo dificultades, y sobre todo lanzar un mensaje de optimismo de cara a un futuro que el presidente promete que será casi inmediato.
Nada de autocrítica, desde luego; escaso reconocimiento de los malos datos de la economía; echar la culpa, en todo caso a factores externos –subida del petróleo y de los cereales y a la mala gestión financiera de la Administración de
Bush-, y poner el acento en tono un tanto electoralista en la famosa devolución de los 400 euros, la subida de las pensiones mínimas y la subida del Salario Mínimo Interprofesional.
Desbaratar el debate
Zapatero habló de todo, con una evidente intención de desbaratar el debate meramente económico utilizando todo el programa de Gobierno: habló desde la reforma educativa, hasta de la de la Justicia, de las políticas medioambientales hasta de las energéticas, de lo que fue el ayer con el Gobierno
Aznar –decretazos de por medio- hasta el floreciente mañana que nos espera bajo el optimismo zapaterista.
Esa intervención inicial, con unas medidas emprendidas de forma tan modélicas por un Gobierno que no admite siquiera que estamos en crisis, lejos de generar confianza en los grupos parlamentarios hizo de auténtico boomerang: nadie, ningún portavoz ha apoyado esta vez al jefe del Ejecutivo, que se ha visto tan solo, parlamentariamente hablando, como
Mariano Rajoy se vio como líder de la oposición en la anterior legislatura.
Luego, en la segunda intervención presidencial, la de réplica a todos los grupos políticos,
Zapatero cambió el tono: se subió el estrado como si se tratara de un mitin y arremetió contra todos, pero con especial virulencia contra
Mariano Rajoy: “
El señor Rajoy tiene cierta tendencia a acusarme a mí para excusarse de sus derrotas electorales”.
Ese mismo argumento, el de los votos recibidos en las elecciones del 9 de marzo, fue el que utilizó también
Zapatero contra otro crítico con su gestión,
Gaspar Llamazares: “
No le voy a decir lo que ha perdido usted…”, arrancó
Zapatero, aunque luego frenó, para hundirle con el halago: "
No, si cuanto más le conozco, señor Llamazares, más gana usted para mí”.
El tono mitinero de
Zapatero no ha servido para paliar la reprimenda, como mínimo, que ha recibido por sus políticas de negación de la realidad económica desde el portavoz de CiU
Durán i Lleida hasta sus ‘socios’ en Galicia –
Jorquera, del BNG- y en la Generalitat de Cataluña –Ridao, de ERC-; desde la canaria
Ana Oramas hasta el peneuvista Pedro
María Azpiazu. Y, desde luego, ha tenido que aguantar una durísima crítica del líder de la oposición,
Mariano Rajoy.
Buena herencia económica
“
Está usted en la más absoluta de las soledades: un mitin en el Parlamento no sirve ni para generar confianza ni para salir de la crisis”, le dijo
Rajoy, para añadirle que “
en el año 2004 recibió una buena herencia económica, era la nuestra; ahora, en el año 2008, usted recibe una crisis, ésa es la suya”. En una línea parecida intervino en la réplica Durán i Lleida, quien acusó a
Zapatero por su “
instalación en un discurso electoral”.
En pasillos, a
Rajoy se le ha acusado –los altavoces del poder, naturalmente- de hacer un discurso de exclusiva crítica para desgastar políticamente al presidente del Gobierno, pero sin ninguna propuesta concreta. Es decir, sin contenido político ni económico.
No es totalmente cierto:
Rajoy no ha desgranado las medidas que su Grupo Parlamentario propone, pero sí se ha remitido al documento presentado unos días atrás por su portavoz económico,
Cristóbal Montoro.
Rajoy ofreció apoyó a
Zapatero a cambio de que éste reconozca la existencia de la crisis. No lo consiguió.