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Marruecos, el amigo del sur

lunes 14 de julio de 2008, 07:26h
La visita de Rodríguez Zapatero a Marruecos no ha resultado brillante, aunque el presidente ha sabido guardar las formas y dejar abiertas las puertas para un diálogo que es necesario. Como se temía, el régimen alauita no ha suavizado los gestos al visitante, desde los puramente formales, como la medida escasez de banderas españolas, o la coincidencia con expresas reclamaciones de Ceuta y Melilla, incluso alguna fugaz reaparición del famoso mapa del Gran Magreb. Mientras Rodríguez Zapatero afirmaba la colaboración del Gobierno de Marruecos contra la inmigración ilegal, se reproducía el drama de las pateras. Consciente el Gobierno de la sorpresa e inquietud de la opinión pública, se anuncia que esta misma semana viajará a Marruecos el ministro Pérez Rubalcaba para hablar en serio de las pateras y otros asuntos con las autoridades del país vecino.

En esta inevitable no confrontación, sino tensión de intereses entre España y Marruecos, hay un factor que no conviene echar en saco roto y que es la creciente popularidad de Mohamed VI, particularmente entre los segmentos jóvenes de población, que celebran un talante del actual monarca muy distinto al de su padre, el temido y duro Hassan II, y un proceso de modernización del país, que incluye limitados pero perceptibles niveles de apertura política y occidentalización.

Mientras Turquía, bajo el turbio islamista Erdogan –el político de la "agenda secreta" y valedor de la llamada "alianza de civilizaciones"– desmonta el estado laico y entierra progresivamente las libertades civiles y los derechos de la mujer, al otro extremo del Mediterráneo es cada vez más evidente que Mohamed VI hace una apuesta por Europa y por Occidente, cuyo recorrido se verá, pero que está ahí. Es un momento complejo y que necesita habilidad y sutileza en el juego de las relaciones entre los dos países. Marruecos y España están condenados a entenderse, aunque las circunstancias históricas y geográficas obliguen a desarrollar esta relación a través de una arquitectura compleja en las relaciones políticas y económicas.

Hay razones para admitir que la voluntad de modernización social y política de Mohamed VI es auténtica y cambiará pronto la realidad social y cívica de Marruecos. Es cierto que hay contenciosos entre España y Marruecos, pero se resolverán mejor en un marco de estrechas relaciones entre los dos países, marco que es deseable y posible. Todo lo que se trabaje en esa dirección es deseable, importante y útil. Cierto que Marruecos es geográficamente tierra africana, pero las nuevas generaciones de nuestro vecino del sur saben que Marruecos es también un país atlántico y por ello, occidental, y conocen y valoran extraordinariamente la cultura europea, de la que son frontera sur. A españoles y marroquíes, si somos capaces de enterrar en la memoria viejos prejuicios de tiempos superados, es mucho más lo que nos une en el presente que lo que nos separó en el pasado.
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