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Giro a la izquierda

Giro a la izquierda

lunes 14 de julio de 2008, 22:46h
La celebración del último Congreso del PSOE no ha conseguido transmitir a la escarmentada sociedad española un mensaje de confianza en las expectativas de la gestión socialista. Por el contrario, el ambiente de severa crisis económica, la incomprensible atonía de la acción del gobierno y la clara rectificación en algunas políticas sociales están contribuyendo al desencanto que se observa en el electorado progresista.

Además, y quizá precisamente por ello, este escenario político se produce en un clima de franca distensión con la oposición. La desaparición de la crispación, mantenida por el PP en la anterior legislatura y abandonada como una línea política fracasada en el nuevo ciclo, parece haber desmovilizado a los grupos sociales de apoyo al gobierno. El Ejecutivo empieza a ser juzgado por su propia actuación y no por los infundados ataques de la oposición. Los responsables socialistas no deberían olvidar en esta conyuntura, como por sus políticas parecen hacer, que una parte significativa de sus votantes en las últimas elecciones generales han ejercido el denominado voto útil (no convencido) para cerrar el paso a la derecha.

En el claro deterioro del apoyo de la ciudadanía al gobierno –incluso por encima del efecto de la crisis económica– se encuentra la puesta en práctica de políticas indefendibles desde el punto de vista progresista. Señalemos tres ámbitos especialmente sensibles para el votante de izquierdas: impuestos, inmigración, laicismo.

La clara pedagogía sobre el sentido progresivo de los impuestos, consistente en que pague más quien más tiene para poder redistribuir la renta nacional, era una bandera sencilla y segura de la izquierda frente a la derecha neoliberal. Ahora parece ser que comparten el mismo criterio: la subasta por la bajada de impuestos directos. El presidente Zapatero ha afirmado repetidamente que “bajar impuestos es de izquierdas” (?). Una baza perdida. La devolución de 400 euros como medida universal para todos los contribuyentes ilustra sobre este punto. El gobierno ha reconocido que la medida, además de su innegable electoralismo, pretende fomentar el consumo. Es decir, razones económicas, propias de la derecha, y no sociales, características de la izquierda, es el argumento ofrecido por el gobierno.

El debate sobre la política de inmigración, que parecía claramente diferenciado entre las dos grandes opciones políticas antes de las elecciones, se ha visto seriamente comprometido con la inexplicada rectificación del nuevo gobierno. La confirmación de este vuelco se ha visto con el apoyo de los socialistas españoles, en estrecha alianza con los diputados conservadores, a la directiva comunitaria diseñada por los gobiernos derechistas europeos. La criminalización de los inmigrantes sin papeles y el énfasis puesto en la adopción de medidas tendentes a su expulsión, antes que a su integración, producen bochorno en un sector significativo del votante socialista.

El tratamiento dado a algunas enmiendas en el congreso socialista, como la que pedía la desaparición de los signos religiosos en los actos oficiales, también se han resuelto en el sentido de contemporizar con el discurso conservador. El razonamiento defendido por los portavoces socialistas para justificar la forzada moderación de las enmiendas, diciendo que no existía un ceremonial civil equivalente al católico en los funerales de Estado –claro que no, se trata precisamente de crearlo–, ofende a la inteligencia de la gente. Si el partido socialista está por un Estado laíco, situación perfectamente argumentable y consecuente con un sistema democrático, tiene que adoptar las medidas correspondientes.   
 
Ahora que está a tiempo, el gobierno socialista haría bien en evaluar si ceder una parte significativa de su programa progresista, como ha hecho en los ámbitos señalados, conviene al objetivo de garantizar su continuidad en el poder. Con una oposición conservadora moderada como la que se perfila en el PP y sin un discurso político diferenciado, tiene difícil mantener el apoyo electoral obtenido el pasado 9 de marzo. Incluso aunque no sufriera ningún desgaste por la crisis económica, la pérdida de su identidad de izquierda podría conducirle a la derrota.
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