Im-presentables del martes, 15 de julio 2008

‘Soy un expropiador de bancos a mucha honra'

Impresentable ya lo era, pero ahora después de las declaraciones vertidas este martes en su juicio estamos en disposición de afirmar que ‘El Solitario’ es un impresentable y medio; ya más no se puede.

Habíamos visto las fotos ‘chistosas’ –sin gracia alguna- de ‘El Solitario’ en la ficha policial con media barba postiza despegada, luego un entramado de cartas que también daban ‘la risa’, pero hoy ha sido su gran día cuando ha declarado que es “un expropiador de bancos a mucha honra”. El acusado se reivindicó como un hombre "antisistema" y "anarquista", por eso, dijo que "atracaba los bancos" como acciones contra el "capitalismo fascista que nos controla". Algo parecido a una lucha por la causa… en este caso, perdida.

Jaime Giménez Arbe, que así se llama este personaje ha negado este martes que sea el asesino de los dos guardias civiles muertos en Navarra de Castejón el 9 de junio de 2004. El acusado se ha reafirmado en las declaraciones que había hecho anteriormente: que no asesinó a los guardias civiles y ha defendido su 'alzamiento' contra los bancos, aunque si ha achacado el doble asesinato a un ex compañero de ideología anarquista, natural de Córcega, al que habría conocido a finales de los años setenta.

¿Y cómo tenía el solitario el arma homicida? Pues según Giménez “muy sencillo”, porque unas horas después de los asesinatos él se encontraba esperando un camión de armas procedentes de Francia, y claro en ese vehículo, casualmente, estaban las armas con las que asesinaron a los dos guardias civiles…


La fiesta gabacha

Eran muchos los invitados a la celebración de la fiesta del Día Nacional de Francia en Madrid. Miles, de hecho. Tantos, que daban la vuelta a la manzana donde se ubica la gran residencia del embajador, el infatigable Bruno Delaye, visible en todos los saraos capitalinos. Tantos, que algunos hubieron de esperar horas para poder acceder por una especie de puerta trasera a las carpas donde empresas privadas, que sufragaban el acto, instalaron sus víveres, sobre los que se lanzaron canaperos y canaperas hambrientos/as tras la larga espera en la calle al sol. Tantos, que muchos se quedaron sin poder acceder a un simple canapé.

Cierto, los vips -no había muchos, como es lógico dado el formato del acto- entraban por la puerta grande y hasta podían pasar por el besamanos donde el ‘rey Delaye’ les saludaba cordialmente, con sus guedejas blanco-amarillentas. Mientras, los invitados ‘de base’, la inmensa mayoría, hacía cola, provocando un cierto atasco en una calle Serrano que, en esa parte, suele estar habitualmente despejada. Un acto ambicioso, comercializado a tope -veinte empresas ‘esponsorizan’ esta fiesta nacional-, y un tanto quiero y no puedo. No merece la pena invitar a prácticamente toda la colonia francesa en España y a medio Madrid a un sarao que luego no puede atenderse debidamente. Ya les ocurrió el año pasado, pero en esta edición se superaron todas las barreras de la lógica y hasta de la buena educación.

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