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Coherencia

lunes 04 de agosto de 2008, 09:18h

Si las leyes que nos hemos dado, dicen que quien ha cumplido su pena, tiene derecho a salir de la cárcel, De Juana Chaos lo tiene, independientemente de que nos repugne como persona y como ciudadano. No hay duda, es un ser despreciable. Pero la ley está para aplicarse y todos estamos sujetos a ella. Esa es la grandeza de la democracia. Sin embargo, no tiene ningún sentido que un presunto agresor de una mujer tenga una orden de alejamiento de su víctima y el asesino de veinticinco personas no sólo pueda estar cerca de sus familias, sino hasta compartir el mismo inmueble, adquirido, al menos aparentemente, de manera irregular. Es un verdadero escándalo. Actitudes como ésta exigen un rechazo político y social que haga imposible que quien no se arrepiente de un crimen, de veinticinco, pueda circular libremente por las calles y hasta ser objeto de homenajes por parte de quienes, tal vez, no han cometido ningún crimen, pero apoyan, alientan y acogen a los asesinos. Cuando la sociedad decide encarcelar a alguien, el primer objetivo es reinsertar al ciudadano. Cuando quien ha cumplido su condena, sale a la calle sin arrepentirse, el fracaso es absoluto. Toda la sociedad, pero especialmente la vasca, está obligada a reaccionar.

Si el Gobierno que negó la crisis hasta la saciedad, setenta veces siete, cree que ha tomado todas las medidas adecuadas para afrontarla, aunque todos los datos se empeñen cada día en desmontar esta teoría, debería ser coherente y aceptar lo que se le viene encima. Por eso, resulta cuando menos sorprendente que la número tres del PSOE, Leire Pajín, diga que espera que “el PP no tenga la tentación de usar asuntos importantes, como la situación económica, para arrancar un puñado de votos”. Un poco de seriedad. Arrancar un puñado de votos es lo que buscan casi siempre la mayoría de los políticos. Incluso eso es legítimo. Pero si no se pueden usar, con limpieza, el terrorismo, la política exterior o la economía para hacer política, apaga y vámonos. Algunos políticos no quieren el debate sino la adhesión incondicional. Sería mejor que se pusieran a trabajar en serio.

El primero es un problema ético. El segundo, de pura supervivencia.
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