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El último de la vieja escuela

El último de la vieja escuela

viernes 22 de agosto de 2008, 22:23h
(Dedicado a la indeleble memoria de Marcos Correa).

Puede ser que en el momento en que me lo dijeron, tuvieran toda la razón quienes lo hicieron, pero debo reconocer, que soy porfiado y llevado a mis ideas.

“Aprovecha de entrevistar a Marcos Correa, ahora antes de que sea demasiado tarde”.

Nunca fue demasiado tarde, alcancé a entrevistarlo, fue bonito poder recordar una época romántica del periodismo donde la cordialidad, el respeto y el compañerismo se respiraban en el aire y también al fondo de las copas.

Yo tan sólo he sabido de eso a través de los textos que me he leído, más bien devorado como si hubiese vivido en esa época.

Cómo me hubiera gustado usar impermeable hasta con sol, jamás sacarme el sombrero y andar con el penitente cigarrillo en los labios.

Qué tiempos deben haber sido aquellos, en que no se necesitaba un cartón para poder ejercer la pasión, perdón la profesión.

Creo firmemente en la frase que algún personaje inteligente, y posterior docente de la Escuela de Periodismo de la Chile debe haber dicho, “el periodista no se hace, nace”.

Finalmente, hice a un lado mi porfía y la falta de tiempo y entrevisté a Marcos Correa, me imagino que fue uno de los primeros periodistas en hacerse, sino rico, casi rico, por lo menos con tanto rodaje de películas y la inusitada publicidad que estas requerían en los medios. Qué mejor que un periodista tuviera la representación de los filmes y los estudios cinematográficos en Chile y el mismo publicara los avisos en los periódicos nacionales.

Se paseaba por todas las salas de redacción, en las oficinas de los gordos gerentes con habanos importados en los labios y que se pavoneaban con que el diario les iba a durar cien años. Más de alguna vez esos magnates de la prensa nacional quisieron pasarse de listos con Marquitos, tratando de pagarle sólo el sueldo vital, “olvídese de las imposiciones legales” me contaba con nostalgia, de esa fortuna que amasó, sólo quedaba el hedor de los habanos de quienes lo quisieron engañar, por razones de sensibilidad y de silencio sepulcral inalterable, de la contraparte, me guardo los nombres. 

Así me contaba como en El Mercurio, lo adoraban cada vez que llevaba sus películas, lo mandaba la Warner con un filme, la Metro se instalaba con uno aún más grande y la Columbia Pictures no se quedaba atrás.

Se notaba que al él le importaba un rábano quien publicara más, era el único pingo que corría en esa carrera, que había comenzado como archivero el año 36.

Así era como recordaba Marcos Correa, la era romántica del periodismo, donde todo se hacía de buena voluntad, se despedía a los colegas que viajaban al extranjero, se le hacían encargos y se le mandaba bien regado al aeropuerto de Los Cerrillos.

Pensaba publicar sus Memorias en su libro “Páginas Indelebles”, pero al parecer el día de la Prensa, lo pilló mal parado y a muy poco tiempo de que fuese demasiado tarde.
Me encontré con la grata sorpresa de que la Asociación Nacional de Periodistas Jubilados, hizo el esfuerzo por publicar un breve extracto de ese prometido texto que reúne los perfiles de dos maestros como Lenka Franulic y Luis Hernández Parker.

“Marquitos” como le decían con cariño en el Círculo de Periodistas de Santiago. Estaba en una casa de reposo rodeado de locos de otras épocas que no le pertenecían. Así pasaba los días entre la radio fiel compañera, los diarios del día a día, que analizaba con la misma sagacidad de siempre y los eternos libros de cabecera que no lo dejaron ni siquiera cuando ya fue demasiado tarde.
 
Un par de lágrimas, y otras cuantas líneas antes de que sea demasiado tarde, por el respeto y el amor a la profesión. Una profesión de la cual él mismo orgullosamente decía ser, “el último periodista de la vieja escuela”.   

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José Gabriel Jeffs Munizaga
Periodista
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