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África existe

miércoles 07 de febrero de 2007, 22:15h
Blood diamond
Director: Edward Zwick. Guión: Charles Leavitt.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Jennifer Connelly, Djimon Hounsou, Michael Sheen (Simmons), Arnold Vosloo, Kagiso Kuypers, David Harewood, Basil Wallace, Jimi Mistry, Anthony Coleman, Benu Mabhena.

Hollywood ha descubierto África. Con su filón de realidades crudas y tristemente inapelables y sus conflictos internacionales de los que normalmente Occidente es responsable en un 99%. Así, contando esas historias de denuncia social, la redención es si cabe un poquito más fácil. Lo cierto es que estos productos son normalmente de una calidad notable, si bien es fácil que caigan en un idealismo que no tiene mucha cabida en la vida terrenal. Diamante de sangre cojea un poco del pie derecho en este sentido.

La última película de Edgard Zwick habla sobre el tráfico de diamantes en zonas de conflicto como Sierra Leona, en general, y de las historias personales de un mercenario (Danny Archer) y un pescador (Solomon Vandy) en la guerra civil que asoló el país en los años noventa, en particular. El tercer pilar es una impulsiva  periodista yanki llena de prejuicios (Maddy Bowen). Y en medio, el drama de los niños soldado, la corrupción de Gobiernos y el nimio valor de la vida humana cuando de dinero se trata.

Sin el encanto de El jardinero fiel, sobre todo en lo visual, el film rezuma una acción previsible que, sin embargo, se deja ver bastante bien. Sigue un esquema tradicional y, desde luego, los actores contribuyen a su buen ritmo. Quizá algunos tópicos asomen la cabeza de manera algo gruesa en relación con la prensa y sus maneras carroñeras o con la inocencia ‘tribal’ –lo llamaremos así- de ese hombre bueno arrancado de su familia. Pero, por ejemplo, el retrato de un país en guerra consigo mismo es desolador.

Es la parte más interesante y más dura, el reclutamiento de niños, su conversión en asesinos. O las prácticas cruentas de los mercenarios paramilitares para con sus congéneres. Todo bien tratado, bien explicado, bien enseñado. Sobran las preguntas al aire, eso sí, tipo “¿Cómo hemos podido hacernos esto?...”; la reflexión viene dada por las propias imágenes, no es necesario hurgar en la herida. Una música acorde y los paisajes del Tercer Mundo corrompidos por el drama hacen el resto. Las cosas son así.

Pero es sin duda Leonardo Di Caprio, renacido este año de sus cenizas, el que lleva el peso principal de Diamante de sangre con su papel –de nuevo- de tipo atormentado y vendido al mejor postor. La madurez que viene mostrando en sus últimos trabajos no es desdeñable en absoluto, y aquí resalta aún más al lado de la estática Jennifer Conelly, que se conforma con ser la chica ‘mona’ del relato. Djimon Hounsou, por su lado, tiene su función y la cumple a la perfección con una interpretación destacable.

El problema fundamental sobreviene en el desenlace que, no obstante, algo de cordura sí tiene cuando evita el toque romántico al uso. Como no podemos arreglar el mundo, intentemos hacer feliz a una persona y pongamos en primera plana lo mal que está todo para que se esfume de nuestras conciencias en un par de días. Al pie de la letra. No podía olvidarse el señor director, por supuesto, de su tarea de complacer al espectador para que no salga del cine con mal sabor de boca. Y eso le ha perdido.

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