Hace mucho que la esencia del fútbol se perdió por el camino de lo políticamente correcto. Ya casi no quedan ni los recreos para jugar al fútbol. ¿No lo recordáis? Aquellos partidos en la cumbre del B contra el C, que se preparaban semanas y que tenían los más curiosos desenlaces. Tanto que muchos los guardamos intactos y agrandados, como se merecen, en nuestras cabezas canosas. Luego esa portería con el jersey olvidado en el parque, que dos o tres días después tu madre te reclamaba para meterlo en la lavadora. Aquello era un juego.
Luego, los balones Mikasa, duros como una estatua de mármol, que botaban con más energía de la que nadie era capaz de controlar, salvo el vecino ese que hizo una prueba para el Real Madrid en la Ciudad Deportiva y que no sabía si finalmente iba a entrar en las inferiores del Castilla. Todo era épico y bonito. Pero eso ya es prehistoria.
Pronto, alguien quiso atender las protestas de la vecina María. Maldita sean TODOS los vecinos, amargados y con mucho tiempo libre. Llegó el silencio a los patios vecinales. Llegaron quiénes vieron el negocio. Llegaron los clubes de fútbol, las Federaciones, los recibos mensuales a los padres para que sus hijos jugaran al fútbol. Llegó el negocio. El maldito dinero. El juego se olvidó. Y el dinero lo corrompe todo.
Esa vocación de futbolista ya no se detiene en ganar a los cabrones de octavo B y hacer la prueba para el Castilla. Ya nace para ser protagonista desde los ocho años. Ser la estrella de un equipo de barrio. Te dan un chándal, tu padre se gasta una pasta en las botas último modelo aunque su pie crezca a la velocidad de los sueños de los que te rodean. Te llevan de excursión a un torneo menor para que tus padres acoquinen un extra y piensen que tienen en casa al próximo Messi. Ya estás dentro del negocio. Y fuera del juego. Ya te han metido en dinámica. Eres un número más. Un instrumento para que los políticos exhiban estadísticas de lo importante que es el deporte en la edad escolar. Qué gran mentira. Lo importante para ellos es el dinero que generas. De una buena causa se ha hecho el peor de los sacrificios.
Y como el fútbol ya es un negocio, todo lo marca el dinero. Estos días nos escandalizamos por lo que se ha sabido del Barcelona, sobre el pago directo de un club de fútbol al vicepresidente del CTA. Pero somos muy falsos. Todos sabemos que esto ya es sólo negocio y como tal tiene que estar dirigido. La pelota ya no está libre como en el patio del colegio. Lo que debería escandalizarnos es que el fútbol haya dejado de ser un juego. Y que además estemos todos dentro. Desde la prensa, hasta el aficionado cuyo nivel de forofismo le lleva admitir todo y a echar la culpa siempre al de enfrente. En los clubes de fútbol, se han hecho y se hacen auténticas barrabasadas con el permiso de los políticos y de su propia grada. Manejan los hilos. Manejan el dinero. Acabaron con los sueños.
Si (
No(
