Hijoputinismo y el tocado mágico

Asomada la testa a la ventana del pajarito azul encontré por casualidad el sesudo discurso putinesco que el presidente de Rusia dirigía a un público cuajado de interesantes tocados.

Esta maravilla de libertad homófoba encarnada en el barbilampiño imperialista, ha sido argumentada con una suerte de collage de biblias y tendencias religiosas, traídas de aquí y acullá para regocijo de señoros con tocado, que han expresado su asentimiento en la dilación cavernosa (entendemos que sonrisa) escondida tras tupidas barbas. Cobijados estos señoros a la sombra de la solemnidad cafre que dan ciertos gorritos de tradición medieval. Sí, me refiero a la cosa esa, tipo peineta, que sirve para identificar de lejos a cabezas de distintas religiones como figura relevante del elenco social; un elemento de piadosa utilidad para no perderse entre la muchedumbre cuando buscas a tu guía espiritual.

Esa suerte de tocado mágico que otorga a patriarcas y mandamases la prerrogativa del mando moral sobre el resto de la sociedad. La gran abundancia de tan pintoresco elemento entre el público debiera advertirnos sin género de duda acerca de la intachable moralidad reinante en el evento. Moralidad del culo (que no de la boca) a tenor del espacio dedicado a la sodomía por el orador sin que nadie tuviera a bien hacerle la más mínima sugerencia acerca de lo que soltaba por los labios.

El respeto no era cosa menor ni impostada, pues hablaba Putin, como padre de la nación que se dirige a sus hijos; los hijosdeputin, que hacen campos de concentración para homosexuales en Chechenia, con el agrado de quienes lucen el tocado mágico. No cabe pensar en que se amparen barbaridades trasnochadas, pues la modernidad putiniana corre con tal libertad que si un chaval es gay, no lo asesina en casa su propia familia como pasaba antes, sino que se avisa a las fuerzas de seguridad para que le roben el teléfono móvil, le saquen la lista de contactos, lo torturen libremente en un campo de concentración, y luego repitan el mismo proceder con la gente de su agenda. Se ha sabido, que en esto de la moralidad del culo, y abundando en la modernidad, una de las pruebas para saber quién es gay, consiste en introducir un dedo el juez por el ano del acusado, a fin de evaluar la virginidad del mismo.

Este derroche de luz y amor que es la Rusia putinista, con sus gorritos que otorgan cualidades mágicas y su padre protector señalando el botón rojo, nos habló ayer de la degeneración de occidente que no deja a semejante ser de bien iluminar con su esplendor moral Ucrania.

Un poco en la línea putinesca, pero haciendo uso de su versión más aguachirri, vino cierto señor de la política patria, a hablarnos de la gente de bien. No somos mucho de tocados mágicos en esta tierra (por ahora) aunque seres de luz hay, que caminan entre nosotros. Hablaremos de los hijosdeputin ya emancipados y su influencia sobre “la gente de bien” Pero eso será, otro día.