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Iglesias, de vicepresidente del gobierno a Papa Luna

viernes 24 de marzo de 2023, 13:08h

El parnaso de “jarrones chinos” que dijera Felipe González sobre sí mismo y que podría aplicarse a Aznar, se completa en el ala izquierda de nuestros días con Pablo Iglesias picando trincheras en el búnker de Galapagar.

En cierta conferencia en Tirso de Molina (Madrid) en la sede del “Club de amigos de la Unesco” previa a que el conjunto de mortales supiéramos que en un futuro habría una fuerza política llamada Podemos, y en la que tuve el honor de participar junto a un todavía desconocido Juan Carlos Monedero, el señor Monedero me recriminaba, en la calidad que se me atribuía de orante del 15M, no haber sido capaces de sacar los símbolos de la izquierda a la calle.

La consigna “sin banderas” “sin símbolos” que se había elaborado en DRY previa a la primera manifestación del 15 de mayo de 2011 y que serviría de base para el futuro desarrollo del movimiento, era obvia; se trataba de poner sobre el mantel objetivos concretos como la reforma de la ley hipotecaria sin que suscitara rechazo por llevar anagrama partidista, para así evitar el señalamiento que una y otra vez intentó Esperanza Aguirre, dejando un espacio en blanco de rivalidades políticas que permitiera la participación, el diálogo y el consenso, alejados del prejuicio atribuido a la etiqueta.

Aproximadamente un año después de aquellas explicaciones en el “Club de amigos de la Unesco” nació Podemos, que para desmemoriados, inicialmente no era “ni de izquierdas, ni de derechas” sino “los de abajo contra los de arriba” escenificado el enemigo común de la humanidad en “la casta” como forma definida del mal.

Sin olvidar que el 15M languidecía como un moribundo en el desierto resucitado nuevamente al albur de aquel primer Podemos que vino a absorber a tanta gente, debieran haber saltado todas las alertas de militantes exquincemayistas cuando de forma pública se sustituyó el logotipo de las papeletas por el rostro de Pablo Iglesias. La horizontalidad ya no era tan horizontal.

El día que Pablo Iglesias abandonó su asiento en la Unión Europea para nuevamente ser punta de lanza contra “la casta” de su patria, debiera haber vuelto a saltar la alarma. El día que Tania Sánchez se incorporó a Podemos, sin pasar por primarias, debía haber saltado otra alarma más. Y así una tras otra, como si fuera un mercado financiero, se fueron ignorando todas y cada una de las alertas hasta llegar a hoy.

Espoleado por las picas de “la casta” que poco a poco fue presentando formación cerrada, arremetiendo contra quien se definió desde el minuto uno como su acérrimo enemigo. (No deseo a nadie pasar lo que pasaron Irene Montero y Pablo Iglesias en el chalé de Galapagar, ni los juicios con pruebas falsas, ni…) No tardó mucho en llegar el momento del odio que todo lo nubla. Aquella frase de “Karate Kid” que le dijera el señor Miyagui a Daniel Sam “El odio es la ceguera de un luchador. No odio, Daniel Sam”

Abundando en el odio, y por hacer odiosas comparaciones, decían que Margaret Thatcher cayó enferma el día que los teléfonos dejaron de sonar.

De vicepresidente del gobierno a candidato anti Ayuso en la Comunidad de Madrid, como si el dedo divino del creador se hubiera posado con su dorada luz sobre el envidiable pelazo de Iglesias para cargarlo de responsabilidad heroica al estilo de un caballero del zodiaco que sacando “fuerzas de flaqueza” se arrastra con su último aliento sobre el dedo meñique (de su mano izquierda) para salvar a la humanidad.

Parecía evidente que pretender ser niña en el bautizo y muerto en el entierro acabaría regular por más que un coro de píos ángeles batieran las alas para animarle diciendo que aquello que señala como mal, será siempre oscuridad.

Decía el abuelo de un buen amigo que “quien guarda halla, y fue uno y guardó unos cuernos”. Cuidado con las cosas que se guardan. Iglesias no es Margaret Thatcher, el día que dejaron de sonar los teléfonos fue el día de empezar a llamar. Nada de cultivar petunias en un dorado exilio de la sierra matritense. La guerra no había terminado, ni mucho menos. Hay mucho rojo en el cuerpo, de escocimiento y golpes recibidos más que de ideas, que ya es, hablando de quien se habla. Además hay una guerra empresarial, porque digan lo que digan, a partir de cierto nivel se solapan los mundos y nada como el gusto por el dinero es igual de transversal.

Y empieza la resistencia. Una suerte de Papa Luna, que comienza a excomulgar, atrincherado con su corte de acólitos, negándose a aceptar que hay otra más guapa en la capilla sixtina -aunque la haya metido él mismo- pidiendo ser Papa (o papisa). Iglesias amenazando con un cisma desde el búnker de Galapagar. De vicepresidente del gobierno a Papa Luna, excomulgando al conjunto de la humanidad.

Carlos Paredes

Analista político

Fue portavoz de Democracia Real Ya (DRY, 2011-2012) colaborando en la aparición del movimiento 15-M. Fue presidente de Ecopolítica (2020-2021) y ha tenido presencia como invitado y tertuliano, en 'El programa de Ana Rosa' (Telecinco), 'Las mañanas de Cuatro' (Cuatro TV), '13 TV', 'Los Desayunos de TVE', 'El Objetivo' y 'La sexta noche' (La Sexta)... En 2011 fue portada de las revistas 'Tiempo' y 'Pronto' como portavoz de DRY, además de contar con apariciones en medios internacionales como 'Le Monde', 'Le Monde Diplomatique', 'Der Spiegel', la 'Rai', la televisión pública francesa... Su nombre aparece en el libro 'España 2020, la España que necesitamos', junto al de José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, entre otros. Colaboró en la publicación por primera vez en castellano de 'Vida y Muerte de Petra Kelly' y actualmente lleva una vida retirada de la política activa, concretamente en el sector privado, dedicado al mundo de la pequeña empresa.

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