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Corporación RTVE, vergüenza nacional

viernes 19 de abril de 2019, 08:16h

Se ha repetido con insistencia: en un escenario con tal nivel de indecisos en la intención de voto (42%) los candidatos deben cuidar sobre todo no cometer errores gruesos en el curso de la campaña electoral. Varios candidatos ya se han enredado en torno a algunos temas, pero el comando de campaña de Pedro Sánchez había optado por una estrategia clara: evitar que su candidato pudiera exponerse demasiado, probablemente siguiendo el viejo refrán, quien evita la ocasión evita el peligro.

Y la estrategia parecía avanzar sin grandes tropiezos, hasta que llegó el escándalo de los debates en RTVE, la televisión pública que pagamos todos. La cosa tiene su enjundia, porque pone al descubierto varios temas claves respecto del respeto a las reglas del juego democrático. También destapa la forma de hacer política del sanchismo, algo que muchos socialistas rechazamos con bastante preocupación.

El primer paso en falso de Sánchez consistió en despreciar la televisión pública. TVE había convocado para un debate a cuatro a los candidatos de los principales partidos con representación parlamentaria (Casado, Sánchez, Iglesias y Rivera), para el día 22 de abril. Antena 3, televisión privada, convocó para el día siguiente un debate a cinco, agregando al representante de VOX, Santiago Abascal. Para sorpresa de muchos, Pedro Sánchez anunció que sólo acudiría al debate a cinco en Antena 3 y no al debate de TVE. Inmediatamente, los trabajadores de la televisión pública alzaron su voz para denunciar lo que calificaron de “desprecio hacia los medios públicos” que reflejaba la decisión de Sánchez. La respuesta del comando de campaña del PSOE consistió en afirmar que agregar a VOX recogía mejor la realidad política existente, pero a nadie se escapaba que su objetivo era que Sánchez pudiera enfrentar con más facilidad a una oposición dividida y asociada a la extrema derecha. Claro, los profesionales de TVE señalaban: muy bien, pues que acuda también a Antena 3, pero ello no justifica despreciar el debate que propone TVE, de conformidad con las reglas electorales vigentes.

Así estaban las cosas, cuando la Junta Electoral Central decidió intervenir para complicar más el panorama. Estableció que el debate a cinco de Antena 3 lesionaba los principios que establecen la normativa electoral vigente y que, por tanto, no podía celebrarse con ese formato, quedando también como un debate a cuatro. Entonces, de inmediato, Pedro Sánchez anunció su decisión de acudir únicamente al debate en la televisión pública, a la cual ensalzó encarecidamente. Pero sucedió que los otros tres convocados al debate (a cuatro) en Antena 3 no siguieron a Sánchez y mantuvieron su aceptación a la invitación de esa televisión privada. Esa decisión operaba en sentido contrario a la estrategia electoral del comando de campaña de Sánchez, consistente en exponer a su candidato lo menos posible, así que muchos esperaban para saber cuál sería su siguiente movida.

Lo que nadie pudo imaginar es que ese movimiento consistiría en forzar a la Administradora Única Provisional, Rosa María Mateo, nombrada por el Gobierno Sánchez mientras se conforma el Consejo de Administración de RTVE, a que tomara parte de este juego político. En realidad, esa presión ya se está ejerciendo desde el principio; es evidente la parcialidad de los informativos de TVE a favor del PSOE, unas veces sutilmente y otras veces no tanto. Pero forzar a que la Corporación cambiara la fecha de convocatoria del debate a cuatro, del 22 al 23 de abril, para que coincidiera con el día del debate propuesto por Antena 3, tratando de obligar a todos los invitados a que sólo acudieran a TVE, es de una audaz falta de respeto que resulta excesiva. Claro, los otros candidatos tampoco han seguido la conveniencia de Sánchez y han declarado que no dejarían de asistir a Antena 3, como se habían comprometido.

De nuevo los profesionales de TVE pusieron el grito en el cielo. En un comunicado conjunto, los Consejos de Informativos de TVE, RNE y RTVE, declaran que: “no comparten la decisión tomada por la Corporación de RTVE de proponer la fecha del 23 de abril para el debate electoral a cuatro” y recuerdan que “el Plan de Cobertura Informativa para esta elecciones generales tenía como propuesta inicial el 22 de abril”. Al lado de este comunicado, el Consejo Informativo de TVE añadía un mensaje electrónico: “Esta modificación debería haber contado con el consenso de todos los partidos políticos, y no solo con el de uno. No nos cansaremos de recordarlo: ¡¡¡RTVE debe ser independiente!!!”

En pocas palabras, una metida de pata del comando de Sánchez hasta la garganta. Probablemente un error del nivel que habían tratado evitar en toda la campaña. Pero no se trata simplemente de un error colosal, también implica un daño considerable a la televisión pública, cuya respetabilidad sólo está siendo salvada por los propios profesionales de la entidad. ¿Y no existe un consenso básico de que no se pueden instrumentalizar las entidades públicas para satisfacer intereses partidarios?

Todo pareciera indicar que para el comando de campaña de Pedro Sánchez el único objetivo es que gane su candidato por encima de cualquier otro límite moral o político. Y eso a un candidato acusado de establecer alianzas contra natura con tal de llegar a la Moncloa y permanecer allí, parece una confirmación de todas las sospechas. Como se ha dicho, Sánchez no quiere el poder para hacer políticas sociales sino, al contrario, propone políticas sociales para mantenerse en el poder; en realidad, propondrá cualquier cosa –incluyendo un pacto con los secesionistas catalanes- para no abandonar la Moncloa. No, definitivamente, mucha gente –incluidos muchos de sus votantes- tampoco le compraría a Sánchez un coche de segunda mano.

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