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No, lo peor no hace bueno lo malo

jueves 03 de agosto de 2023, 08:45h

El subidón parece inagotable. Y no es tan extraño. Después del tremendo susto de sentirse fuera del juego y salir vapuleado por la puerta de atrás de la historia, haber recuperado la esperanza de seguir negociando con cualquiera para mantenerse en el caserón, tiene garantizada una elación imparable.

Por eso le importa un pito el qué dirán, si su destino vacacional es el país del misterio insondable. Alguien podría pensar que en algún rincón del zoco siempre le espera un guiño diplomático agradecido. ¿Y a mi qué? Pensará, sintiéndose como el torero que finaliza la faena con un pase ceñido, muy ceñido.

Apostó al miedo a lo peor y le salió redondo. Claro que la representación de lo peor se lo puso bien fácil. Lo prudente habría sido no mostrar sus maneras pésimas hasta el día de autos. Pero ya se sabe que el escorpión no puede dejar de mostrar su verdadera naturaleza. Así que inyectó el veneno, aunque eso le condujera al naufragio.

Antes de irse de vacaciones, su última fardada ha consistido en declarar que se siente empujado irresistiblemente por una mayoría social que su astucia proverbial convertirá en mayoría política. La evidencia del empate sociopolítico nunca le detuvo. Él siempre aceleró cuando el semáforo amenazaba en cambiar a rojo.

Parece convencido en que lo peor (Vox) hace bueno lo malo (gobierno Frankenstein y alianzas espurias). Y mientras le dure el subidón no aceptará ninguna otra percepción. Seguirá empeñado en hacernos creer que las andanzas con gente extrema y secesionista no tiene ningún efecto pernicioso. Todo es una aventura, un juego. Ellos, los extremos, piensan que serán capaces de presionarle para lograr objetivos extremos, como corresponde. Pero él lo sabe. “Te conozco Yolanda” dijo en un lapsus ante millones de espectadores. Y sabe como torearles. Una concesión por acá, otra por allá, pero siempre manteniendo el timón dentro de un orden. Bueno, puede que algunas veces las cosas se salgan de madre y se tenga que pedir a los malos que le ayuden a sacar las de andar. Pero esos casos serán los menos.

Ahora el problema que podría suceder es que, en esta oportunidad, las alianzas tengan que ser más Frankenstein que en ocasiones anteriores. Ya se sabe el efecto de la inflación: los precios suben y pueden alcanzar niveles estratosféricos. Y el señor que vive en la ciudad de la derrota histórica no está dispuesto a comerciar por cuatro perras. No habrá mas remedio que vender el honor de la patria si fuera necesario.

Sin embargo, ese juego de malabares no oculta una realidad esquiva pero consistente. La alianza con sectores extremos no es inocua. Esa idea es más falsa que un euro ruso. Tiene efectos directos e indirectos en el sistema político, creando más resentimiento y decepción. ¿Otra vez vuelta a empezar? ¿Otra legislatura de polarización, que continue dividiendo el país? Parece mentira que no sea evidente que la crisis que padecemos hoy es el resultado del experimento de tratar de gobernar con extremos y hacer alianzas impropias.

Así que, aunque de mucha pereza, no habrá otra que padecer el subidón hasta que pase y comprobar que detrás solo habrá más inestabilidad y tensiones. Solo queda la indómita esperanza de que haya cada vez más gente que se de cuenta de que lo peor no hace bueno lo malo.

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