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No todos somos pacifistas: el belicismo existe. Respuesta a Andrea Rizzi

lunes 08 de abril de 2024, 09:07h

Algo debe estar preocupando a las altas esferas europeas, cuando un publicista asiduo de la comunidad de seguridad de Bruselas y de la orientación geopolítica del diario El País, como es Andrea Rizzi (que se presenta como “corresponsal de asuntos globales” de ese periódico) se ha lanzado a la tribuna pública para hablar de belicismo y pacifismo (El País, 6/4/2024). Mas allá de posiciones preconcebidas, hay que coincidir con Rizzi acerca de que esta confrontación de nociones “es probablemente el debate más importante que Europa haya afrontado en décadas”. Pero precisamente por ello es decisivo un esfuerzo por clarificar a fondo sus términos.

El origen inmediato de la preocupación de Rizzi es que comienzan a elevarse voces que ponen en cuestión el discurso alarmista de que estamos al borde de una confrontación continental (también intercontinental), que obliga a un rearme armamentista inmediato. El propio Rizzi menciona algunas de esas voces autorizadas (Ignacio Sanchez-Cuenca, Najat el Hachmi).

Ahora bien, estas voces contrarias al discurso alarmista, según Rizzi, “se topan con argumentos contrarios muy sólidos”. Y él, desde luego, se dispone a explicar -y defender- tales argumentos.

Ante todo, considera necesario aclarar que quien defiende la idea de que la mejor manera de preservar la paz es prepararse la para la guerra, no es necesariamente belicista. Y usa la definición del diccionario de belicismo: “actitud partidaria de la guerra como medio de resolver los conflictos”. Y agrega de inmediato “salvo una minoría, los demás aborrecen la guerra”. Desde esa certidumbre, considera que la gran mayoría de las élites europeas que hablan de una guerra inminente, lejos de ser belicistas, son en realidad pacifistas. Así, son pacifistas los gobiernos europeos, la Unión Europea y, en buena medida, la OTAN, que “ganó la guerra fría sin disparar una bala”.

El principal problema de Rizzi es que trata infructuosamente de separar el hecho factico de la guerra abierta de la actitud (conceptual) partidaria -o que admite- la guerra como solución de los conflictos. Claro, solo los sádicos disfrutan de la destrucción y muerte que provocan las guerras. Pero una mirada atenta a la Carta de Naciones Unidas muestra claramente que la defensa de la paz comienza con una actitud decidida contra la admisión de que la guerra pueda ser solución de conflictos. Es decir, la intencionalidad de la Carta es precisamente romper con la vieja máxima si vis pacem para bellum. Su espíritu convoca a que, lejos de prepararse para la guerra, es moralmente necesario prepararse constantemente para evitarla.

Desde esta perspectiva, las altas esferas en Bruselas efectivamente no son un hatajo de sádicos que disfrutan con la idea de la guerra (aunque como admite Rizzi, también los haya), pero son conceptual y moralmente belicistas, en tanto mantienen la vieja máxima del si vis pacem para bellum, rompiendo así con el espíritu pacifista universal que persigue lo contrario: la preparación para la paz, como base esencial para preservarla.

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo se refleja este planteamiento respecto de la actual guerra en Ucrania?

Para entender la disyuntiva entre belicismo y pacifismo en el caso de Ucrania es útil identificar cual es la estrategia principal para encarar el conflicto. Tomando en consideración el hecho de la invasión militar de Ucrania es completamente ilegítima, y por tanto condenable, se plantea como asunto principal el derecho a la legítima defensa. Algo que también contempla la Carta de Naciones Unidas. Es decir, la Unión Europea está legitimada para ayudar a Ucrania en su defensa y evitar así el aplastamiento militar de parte de la Rusia de Putin. Pero, al mismo tiempo, debe mantener como prioridad la urgencia de detener la guerra.

Ese planteamiento es el que se ha venido denominando la estrategia del doble carril. Es necesario apoyar a Ucrania, también militarmente, pero manteniendo como primera prioridad el esfuerzo para detener la guerra mediante la negociación. Y, como dicta cualquier manual de negociación, ello no depende de la disposición de las partes.

En realidad, esta fue la estrategia inicial de la Unión Europea durante los dos primeros meses del conflicto. Hasta que la Inglaterra del Brexit reventó la mesa de negociaciones y arrastró tras de sí al conjunto de los gobiernos occidentales. A partir de ese punto, el planteamiento belicista se identifica claramente: solo se habla de la defensa militar de Ucrania y se abandona sensiblemente el otro carril: el esfuerzo continuo de perseguir la detención de la guerra mediante la negociación.

De esta forma, la UE es parte de una estrategia esencialmente belicista, que tiene como motivo principal -por lo general oculto- la derrota estratégica de Rusia. Puede decirse que este objetivo estratégico es buscado por Londres y Washington y no por todos los países de la Unión Europea. Pero no hay duda de que este núcleo duro de halcones es el que está comandando una dinámica belicista aceptada por la mayoría de los representantes de la UE.

El último recurso del planteamiento belicista para justificar la preparación para la guerra consiste en una grosera falacia: se argumenta que Putin no se detendrá en Ucrania sino que continuará hacia occidente hasta llegar a Lisboa. Por tanto, hay que prepararse para enfrentarlo. Eso no solo muestra un desconocimiento profundo de la verdadcera capacidad militar convencional rusa, sino que resulta una completa estupidez en la era nuclear. Putin puede ser un autócrata, pero tiene claro que un intento de atacar la Europa occidental termina en choque nuclear y que eso termina con la Federación Rusa.

El otro indicador de que la UE no busca la conclusión de la guerra refiere a la falta de apoyo de una solución que suponga concesiones mutuas. Muchos lideres europeos saben que esta es una guerra imposible de ganar y que lo más probable es que, si no puede terminar con una derrota estratégica de una de las partes, la perspectiva más probable es la división del país, como sucedió en otros casos (la guerra de Corea el mas evidente). Pero no tienen el coraje de ayudar a Ucrania a entender que es necesario regresar a la mesa de negociaciones si de verdad se quiere detener la masacre nacional que está sufriendo.

El intento de Andrea Rizzi de presentar un belicismo presuntamente pulcro no tiene mucho recorrido. No, definitivamente no todos somos pacifistas y el belicismo existe, tanto fáctica como conceptualmente. Y su discurso es un buen ejemplo de ello.

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