La noche más bonita

¡Ya vienen los Reyes Magos!

Esta noche es la más bonita del año. Llena de ilusión, de emoción, de nervios, de magia… la noche en la que volvemos a ser niños con esa mezcla de inocencia, asombro y felicidad que hace que nuestros ojos vuelvan a brillar.

Este día me devuelve a mi infancia, a mi día favorito del año lleno de gente en las calles. A la Cabalgata, a los gajos de naranja, a los cigarrillos, las monedas y los paraguas de chocolate; al carbón dulce, al roscón, a la tienda de regalos de mi madre llena de pajes rezagados y envolviendo sin parar hasta las tantas de la noche para que no faltara ningún paquete en la saca de los Reyes Magos de Oriente. Recuerdos que se avivan en mi mente en este día y sobre todo en esta noche en la que por unas horas todo se para, en la que soñamos que nuestros deseos, plasmados en una carta, se van a hacer realidad.

¡Qué bonito ver la vida con esos ojos de niño! La curiosidad, la emoción, la fascinación, el entusiasmo, la capacidad infinita de asombro, la fantasía, la ilusión, la felicidad, la inocencia… Por eso, no quiero perder a esa niña que un día fui y que sigue viviendo en mí: la que inventaba historias con una admiración que la tenía con la boca abierta, la que se indignaba con las injusticias y luchaba por las causas perdidas, aunque para ella nunca lo fueran. La niña que volaba y se resistía a aterrizar, la que de todo hacía un micrófono, la que cantaba interpretando, la que con cualquier cosa se disfrazaba, la que lloraba y reía con la misma intensidad… aquella que soñaba más despierta que dormida.

La niñez es ese maravilloso lugar en el que no tienes que agacharte y eso es algo que no deberíamos olvidar, ya que, cuando de mayor tienes que agacharte para entrar o para estar es porque no es tu lugar. Hoy vuelvo a esa patria que es la infancia: a la cabalgata con mis padres con las manoplas, la bufanda y el gorro en la que, aunque estuviera helando, nunca hacía frío. A preparar una copita y dulces para los Reyes Magos y el agua para los camellos. A acostarme pronto y hacerme la dormida cuando el Rey Baltasar pasaba a mi cuarto a darme un beso, a levantarme temprano, a asomarme al salón y despertar a mis hermanos para correr y subirnos a la cama de mis padres: “¡han llegado, Los Reyes ya han llegado!”. A los gritos, la emoción, al salón lleno de papeles de regalo, al “¡mira lo que me han traído, lo que pedí!”… a desayunar en familia, despeinada y en pijama.

Queridos, Melchor, Gaspar y Baltasar, gracias por venir cada año de mi vida; os pido que sigáis llegando para recordarme que nunca hay que perder la ilusión y lo importante que es creer y confiar. Os espero esta noche y, por favor, no os olvidéis de mi beso.

¡Feliz noche y día de Reyes!