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La vida en un móvil

martes 17 de octubre de 2023, 14:55h

“Antes de imprimir este documento, piense bien si es necesario hacerlo: El medio ambiente es cuestión de todos”.

Este es el mensaje que leemos cada vez que recibimos un email. Huimos del papel porque perjudica el medioambiente y porque lo contrario es una antigüedad. ¡Muerte a lo analógico! Ya no llevamos tarjetas, ni documento de identidad, ni carné de conducir físicamente. El cartero no nos trae los seguros, ni las facturas que pagamos casi antes de que venzan, ni los impuestos, ni los extractos del banco, es más, los bancos nos cobran por hacer su trabajo y aún así parecemos encantados. Lo único que llega al buzón son las multas, los requerimientos y la propaganda electoral, por eso, casi mejor ni abrirlo…

Saben todo lo que hacemos, nos tienen controlados por cámaras y por pantallas. Todo lo confiamos al móvil y sus infinitas aplicaciones: la comida, la salud, el banco, los recuerdos, los contactos, la agenda, los horarios, los viajes… y ¿qué pasa si falla el teléfono? Pues que no podemos pagar, ni llamar, ni pedir comida, ni entrenar, ni viajar… ¡ni vivir!

Estamos obsesionados con la digitalización de todo, inmersos en la Inteligencia Artificial, hiperconectados y, sin embargo, incomunicados y aislados. Y todo esto me lleva a hablar de Álvaro Prieto, ese chico de 18 años que ha perdido la vida de manera inexplicable, más allá de que nos quedemos con que si los medios deben mostrar o no la imagen de su cuerpo inerte. Habrá mucho que investigar y quedan numerosos detalles por esclarecer, pero en mi cabeza no cabe cómo no se puede ayudar a un chico aparentemente desesperado por coger un tren que le llevase a su destino. Ahora que te piden todos los datos para sacar un billete de tren, que pasas por no sé cuantos controles, que hay seguridad privada porque no hay pública suficiente, ¿de verdad que no está previsto que alguien pierda el móvil o se lo roben o se le quede sin batería y no lleve el billete impreso? ¿De verdad que nadie fue capaz de dejarle su teléfono al chico para llamar a sus padres? ¿No hay un listado de pasajeros para comprobar si se viaja o no con billete? ¿Nadie tenía un cargador? ¿Nadie le ofreció ayuda aunque no la pidiera?

Esto no es solo responsabilidad de Renfe o de su personal o de quienes lo buscaron sin encontrarlo pese a seguir en la estación, que lo es. Cada uno tenemos que ver nuestro grado de responsabilidad y ver qué sociedad estamos construyendo o destruyendo. Hacer autocrítica por si en la sobreprotección en la que estamos educando, estamos desprotegiendo a los “nativos digitales” sin enseñarles que hay vida más allá de una pantalla, la importancia de tener recursos ante la adversidad y a lidiar con el no y la frustración. Pararnos y mirar a un lado y a otro por si alguien nos necesita o por si podemos ayudar. Quitarnos las anteojeras, abrir los ojos y levantar la cabeza.

Insisto y no desisto en la necesidad de parar y alejarnos de este “yoísmo” infinito en el que estamos instalados. Ya no nos fiamos de nadie, recelamos de quien tenemos al lado, desconfiamos hasta de quien es amable porque “alguna intención lleva”... Creo que esto merece una reflexión, porque la humanidad no solo es una condición innata sino que requiere de ejercicio y práctica constantes.

Esther Ruiz Moya

Periodista

Esther Ruiz Moya es comunicadora, creativa, escritora y motivadora. Premio Círculo Rojo 2021. Colaboradora en medios en España y Estados Unidos. Autora del libro 'Cuando esto pase...', sobre la pandemia y el confinamiento. Autora del podcast 'A Contraluz', disponible en Spotify

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