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Ni juez ni parte

viernes 31 de marzo de 2023, 13:11h

Ya es difícil poner de acuerdo a la izquierda más a la izquierda y más progre y más feminista y más todo y a la Conferencia Episcopal, pero Ana Obregón lo ha conseguido.

Reconozco que no tengo opinión firme al respecto, primero porque no dispongo del conocimiento y la información suficientes y segundo porque soy incapaz de juzgar decisiones que no sé porqué se toman ni en qué circunstancias y, además de no ser capaz, no me gustan los juicios y menos si son éticos y públicos.

Estamos rodeados de jueces y juezas de la moral, de lo bueno y de lo malo, de lo correcto y lo incorrecto, de lo que está bien y lo que está mal. Censores que sentencian sin lugar a dudas, condenan aunque sean sin pruebas, sancionan según su pensamiento único.

Se habla de la gestación subrogada como “violencia contra la mujer”, no digo que no sea así, pero y lo que se está haciendo con esa otra mujer, Ana Obregón, ¿qué es? Sometida desde hace días al escarnio público: por su edad, su situación personal, su posición económica, sus motivos, si es madre, si es abuela… ¿dónde está la sororidad? Admito que, aunque intente empatizar, no entiendo su decisión, pero ¿quién soy yo para juzgar? ¿Quiénes somos para juzgar? ¿Por qué nos gusta tanto meternos en la vida de los otros? ¿Por qué estamos tan llenos de juicios y de prejuicios?

Se ha convertido en una cuestión de estado, ya da igual todo lo demás. No sé si en el próximo CIS se preguntará por esta cuestión. Esta práctica es ilegal en España y su publicidad está prohibida por ley, sin embargo, en estos días se está haciendo más promoción que en lo que va de siglo. Niños que nacen en otros países legalmente y que, pese a lo ilícito del procedimiento en nuestro país, llegan a España legalmente como ciudadanos españoles, suena paradójico pero es la realidad. Cuando interesa, los niños no son propiedad de los padres y cuando no, da igual protegerlos; porque se está juzgando a una mujer y a la vez, se está hablando de una niña, de una menor, como los 2.350 menores nacidos por esta práctica e inscritos en el Registro en los últimos diez años.

Está convirtiéndose en costumbre esto de llevar a particulares con nombres y apellidos a los pasillos del Congreso incluso a ver cómo sus señorías los señalan en sede parlamentaria. La opinión es libre y diversa y ojalá y lo siga siendo por encima de debates morales y éticos, pero, ¿dónde están los límites?

Esther Ruiz Moya

Periodista

Esther Ruiz Moya es comunicadora, creativa, escritora y motivadora. Premio Círculo Rojo 2021. Colaboradora en medios en España y Estados Unidos. Autora del libro 'Cuando esto pase...', sobre la pandemia y el confinamiento. Autora del podcast 'A Contraluz', disponible en Spotify

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