"No puedo más"

Mucho se está hablando en estos días de la salud mental, de cuando a la mente le da por convertirse en tu peor enemigo en lugar de ser tu mejor aliado. Cuando te pone frente al abismo y te hace trampas y te dice vamos a saltar juntas y la única que saltas al vacío eres tú. Y es entonces cuando se acaba todo, empezando por tu vida, esa que cada día se ponía más cuesta arriba. Adiós a las preocupaciones, esas que se multiplicaban a una velocidad difícilmente asumible. Por fin se apagan las voces, esas que no se callaban nunca.

Saltas y ya no te tienes que levantar más, ni sonreír sin tener ganas, ni ir donde no quieres, ni estar donde ni con quien no te apetece ni escuchar a unos ni a otros, ni fingir. No tendrás que ver a nadie ni preocupar más. Se acabó el conflicto. No habrá más problemas. Ya no respirarás y no porque no te deje la ansiedad, sino porque ya se acabó todo.

Esto debería pararnos y hacernos pensar porque no es solo cosa de las instituciones ni solamente puede servir para llenar horas de tertulias. Nosotros tenemos mucha responsabilidad, individual y social. Vivimos en un momento en el que no está permitido caerse, en un “tú puedes” constante. No entendemos fallar, el fracaso lo identificamos con el error incluso con la decepción.Tenemos la vida llena de metas, de presión, de objetivos puede que inalcanzables, de exigencias, de salir de la zona de confort, de lo que se espera de ti, de no defraudar, de “tienes que”, “debes de”… Queremos ver todo el rato gente feliz, huimos de las penas. No nos atrevemos a preguntar “¿como estás?”, por si nos contestan “mal”.

No solo nos da pereza escuchar sino que lo que realmente no queremos o no sabemos es escucharnos por dentro. Cuando nuestro cuerpo, en un agotamiento extremo, no solo nos envía mensajes sino que nos habla a voces porque no puede con la mente. Y a base de no hacerle caso, de ocultarlo durante tanto tiempo no sabemos por donde empezar y es entonces cuando optamos por vivir con el piloto automático puesto o peor aún, en modo avión.

No se trata de ganar o perder, no se trata de valientes ni de cobardes porque una enfermedad no es ninguna batalla. Tenemos que aprender a permitirnos estar mal, a entender que el alma se puede enfermar, a pedir ayuda y sobre todo, aprender a decir “no puedo más”, sin culpas, solo con el deseo de parar y sanar.