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Un desarrollo y aplicación muy conservadora de la Constitución de 1978

lunes 06 de diciembre de 2021, 13:47h

Durante estos días y desde hace 42 años suelo hacer una muy breve descripción personal y emito, año tras año, mi opinión sobre la Constitución de 1978, quizá porque tuve la oportunidad histórica, como diputado (de los más jóvenes), de formar parte del Congreso en esos complejos años de 1977 a 1979 y hasta 1982 en el Senado.

En mis memorias "Tejares, 13", publicadas en 2019 (se puede adquirir a través de popularlibros.com) dedico un detallado apartado a ello y a esos años de la Transición/Constitución, tan denostada -actualmente- por una parte de la actual ¿izquierda? y tan “reivindicada” (?) por la derecha (parte de la cual -la más adicta al antiguo régimen- no la apoyaron). Sin embargo, en aquellos complejos, pero apasionantes años entre 1976 y 1982 fue apoyada -con entusiasmo- por, el liberalismo, la democracia cristiana, la socialdemocracia, una gran parte de la izquierda histórica de los entornos del PCE, e, incluso, por una parte del nacionalismo.

Entre 1978 y 1982 se aprobaron leyes bastante progresistas para aquella época, como la ley de trasplantes, el estatuto de centros, la ley del deporte, la LISMI… los estatutos de las autonomía históricas… etc. etc. Pero sería con la llegada del PSOE al poder municipal en 1979 en una gran cantidad de localidades y, después (progresivamente) en muchas CCAA y, sobre todo, al poder central en 1982 con una abrumadora mayoría absoluta... cuando pensábamos que, aun en su ambigüedad en algunas cuestiones, el desarrollo y aplicación de la Constitución iba a discurrir por la senda más progresista, federal, republicana en su sentido cultural y conceptual del término, de un apoyo decidido al municipalismo, de separación real de las instituciones del Estado de las corporaciones religiosas, democrática y participativa posible… pero no, en gran parte, fue un lamentable espejismo.

Dejando al margen la cuestión de la jefatura del Estado (la corona) que requiere un tratamiento aparte, no hay que desdeñar los avances, (claro… con respecto y en comparación a la época de la dictadura) que se han dado en estos más de cuatro décadas, en infraestructuras, en universalizar (cuantitativamente) la Enseñanza y la Sanidad, el ingreso en la Unión Europea, los avances importantes en algunos derechos y libertades que están en la mente de toda la ciudadanía y que no hace falta citar, porque son muy evidentes. Pero sin embargo el desarrollo y aplicación de otros principios y derechos fundamentales se ha optado por la parte más liberal-conservadora y aun muchas cuestiones están por resolver o se han resuelto de la peor forma posible y me ciño tan sólo al actual marco constitucional, sin proponer una nueva Constitución o procesos constituyente que cada vez va siendo más necesario y evidente: la situación de 1978, no se parece -en casi nada- a 2022.

Cito sólo algunas cuestiones muy mal resueltas: Avanzar hacia un Estado de fuerte poder municipal y federal, todavía pendiente; apoyar y activar un modelo de poder judicial e instituciones jurídicas verdaderamente progresistas e independientes; desarrollar el derecho universal a la habitabilidad (hoy es un fiasco, sin oferta pública en alquiler y en manos de promotores, bancos y de fondos buitres); avanzar hacia un Estado laico (hoy es más confesional que en 1978); defender una sanidad, educación, pensiones y servicios sociales de gestión totalmente pública (se ha optado por el camino de la mercantilización y de la privatización acelerada)… y en el caso de la Educación, por constantes reformas con más objetivos cuantitativos e ideológicos (partidarios) que cualitativos; haber resuelto, con dignidad histórica (en los años ochenta) la Memoria, Justicia y Reparación de los crímenes de lesa humanidad del franquismo, cometidos por muchas personas que saltaron de la dictadura a la democracia formal, sin costo alguno y ocuparon cargos institucionales de relevancia (incluso con una Ley de Amnistía aprobada en octubre de 1977 algo “torpe”, pero que entonces fue apoyada -con entusiasmo- por sectores de la izquierda y nacionalistas); no haber ingresado en la estructura militar de la OTAN (como se había prometido, en la campaña del PSOE de 1982); proceder a desarrollar leyes de verdadera justicia social e igualdad en las relaciones laborales (hoy otro fiasco corrupto, que controla el empresariado, con la mayor precariedad laboral de la Unión europea); aplicar una leyes fiscales progresivas para que contribuyeran más el que más tiene (no como ahora, que somos también líderes europeos en corrupción y desequilibrio fiscal)… Podría seguir pero creo que es suficiente.

¿Fue y es la Transición y la elaboración/aprobación de la Constitución la responsable, en su totalidad, de los actuales desajustes político-institucionales e injusticias sociales? ¿Es la causa del crecimiento de posiciones neofascistas?... Quizá en una parte, pero no en todo. Niego la mayor. En mi opinión ha sido un desarrollo y aplicación muy conservadora y desafortunada de la “ley de leyes”. Y tengamos muy en cuenta que, desde 1982, hasta el inicio de 2022 (cuatro décadas) el centro izquierda ha gobernado durante, aproximadamente, 2/3 del tiempo de media, tanto a nivel central, como territorial (autonomías y municipios), en varias ocasiones con mayorías absolutas y en otras en coalición o con los apoyos varios de turno.

Juzguen ustedes.

Francisco Delgado

Analista político

Maestro tipógrafo y psicólogo industrial. Fue presidente de CEAPA y de Europa Laica

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