www.diariocritico.com

¡Qué miedo!

Por Gabriel Elorriaga F.
x
elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 10 de julio de 2023, 11:02h

Es difícil comprender por qué llaman inteligencia artificial a algo que no es más que una nueva y prodigiosa herramienta al servicio de la inteligencia natural de los seres humanos. También es verdad que a partir de cierta época pasaron a denominarse servicios de inteligencia a las agencias de espionaje o contraespionaje al servicio de otra hipotética inteligencia, cierta o dudosa, de la autoridad capaz de someter a su criterio las informaciones suministradas por dichos servicios y mantener en secreto su aplicación ejecutiva o guardar las informaciones de la inteligencia en el cajón de los archivos. Pero algunos heraldos del desastre llegan a advertir a sus semejantes -es decir, a nosotros- que la IA es un peligro que puede extinguir a la humanidad. Entre ellos destaca Yuval Noah Harari, magnífico ensayista capaz de circunvalar el planeta con sus libros proféticos en que nos cuenta en “Homo Deus” que la máquina mágica será capaz de tomar decisiones por nosotros y constituirá una amenaza para la libertad -riesgo propio que aporta cada nuevo instrumento en manos de un tirano cuando aún no existe un contrapoder capaz de contraponerse a la tiranía- y contra la igualdad, asunto más dudoso porque no sabemos dónde está escrito que la igualdad sea un bien deseable en una sociedad más allá de la igualdad de oportunidades o de la igualdad ante la ley. Aceptemos que las ideas bastante simplistas del autor de “Sapiens” tienen el mérito de hacerse comprender por un inmenso número de lectores porque a los humanos les gustan los cuentos de terror fáciles de comprender sin que la amenaza temible tenga fijado un plazo inmediato de hacerse efectiva.

La inteligencia artificial no tiene cuerpo glorioso autónomo, ni se ríe ni padece y no puede ponerse en funciones si no se le suministra la energía correspondiente. No se broncea con el sol del verano ni se constipa en el invierno. No evoluciona filosóficamente y no crea arte sino que lo reproduce. Nace y muere a voluntad de su amo y es mucho menos libre que lo fueron los esclavos. Trabaja gratis y sin medida del tiempo. También hubo reaccionarios en la antigüedad que anunciaban que la economía de las viejas culturas no podría mantenerse con la abolición de la esclavitud. También hubo quienes pensaban que la industrialización terminaría con la agricultura o que la velocidad de los ferrocarriles no sería soportable por los seres humanos. Para llegar a la gran superstición del pasado siglo XX basada en que el descubrimiento de la estructura del átomo era el apocalipsis final y no la fuente de energía imprescindible para el progreso y el confort de las mayorías.

Personajes con responsabilidad tecnológica como el empresario de OpenAI, Sam Altman han tenido que decir discretamente que solo estamos “hablando de herramientas nuevas y poderosas”. Herramientas que serán preferentemente utilizadas para buenos fines, a la vez que seguirá habiendo criminales que intenten utilizarlas para malos fines. Como sucedió en tiempos remotos con un simple cuchillo. Según en manos de quién caigan. Por ello conviene desintegrar esa pirámide de desinformación con la que se entretienen los escritores sensacionalistas y los profetas a tiempo completo. Entre ellos esos trescientos científicos propicios a firmar declaraciones que los ratifiquen como tales. Nadie les pedirá cuentas en el futuro cuando nuestro mundo superviva a la temida amenaza. Han propuesto crear un organismo internacional similar a la I.A.E.A. (Organismo internacional de energía atómica de la ONU) como si tal organismo hubiese sido eficaz para evitar la proliferación de armas atómicas hasta en Corea del Norte. Más les valiera contar con la prudencia de los dirigentes de las grandes potencias que con los sermones de Naciones Unidas. El cuidado del armamento nuclear no es cuestión de organismos de debate internacional sino de responsables de la estrategia militar y política de los Estados. Pero aún no se produjo la explosión de ningún cerebro artificial experimental hasta la fecha ni explotará en el futuro mientras los humanos sean quienes lo “enchufan” o “desenchufan” según la voluntad personal del mando. Es el poder sin control social lo que debe de dar miedo. A quienes habrá que controlar es a las instituciones estatales o empresariales y no a sus instrumentos tecnológicos futuros que no solo no provocarán el fin de la humanidad sino que crearán nuevas oportunidades científicas y laborales en el campo de la física, la electrónica y la informática y facilitarán los cálculos o harán posibles los análisis más útiles para la medicina o para la industria.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (1)    No(0)

+
0 comentarios