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Mientras Casanova saca el puño, Urkullu propone soluciones

viernes 22 de septiembre de 2017, 11:47h

Se celebró este pasado jueves el pleno de Política General del Parlamento Vasco. Urkullu dio cuenta de lo hecho por el gobierno de coalición el último año y puso sobre la mesa sus planes para el siguiente. Como era de esperar la oposición que ve la vida en blanco y negro, consideró que todo, absolutamente todo era negro. No se dan cuenta que cuando se exagera tanto se pierde toda credibilidad.

Lo llamativo fue la postura de Sortu en relación con la situación catalana. Al final de la misma sacaron una bandera estelada y el parlamentario Iker Casanova, con esa rabia que atesora de sus años de jefe de Jarrai por lo que fue encarcelado, levantó desafiante el puño cerrado, símbolo de una ideología que fue nefasta en el siglo XX y cuyos coletazos seguimos viendo en Cuba y Venezuela y en sus amigos de la Cup.

El brazo levantado del fascismo, solo se ve en las concentraciones ultras pero esto del puño cerrado les sigue pareciendo a este sector de la izquierda abertzale un saludo de lucha y confrontación aceptable. A mí no. Representa el símbolo y la escoria de un régimen totalitario que asoló Europa y el mundo, sobre todo en China, Cuba y la antigua Unión Soviética.

Otra cuestión llamativa fue ver el ardor con el que Sortu defiende el derecho a decidir en Catalunya. Dan ganas de decirles: "Bienvenidos a casa". Y lo digo porque hasta ayer por la tarde eran partidarios de conseguir lo mismo que ahora plantea Puigdemont matando a Lluch, poniendo una bomba en Hipercor y cosas así.

¿Qué es mejor esto que lo anterior?. Por supuesto, pero la credibilidad que tienen a la hora de sulfurarse es para mí nula y mucho menos haciéndolo con el puño en alto.

El Lehendakari sacó a la palestra una palabra que ha sido noticia por haberla esgrimido y propuesto en el debate como posible salida a una situación bloqueada en relación con Catalunya. La palabra mágica es Confederación. Y, efectivamente, puede ser la panacea siempre y cuando ese profundo y agresivo nacionalismo español la acepte. No lo hizo en 1978 cuando a solo las dos demandas existentes, la catalana y la vasca, le añadió otras quince en aquel café para todos, que se convirtió en achicoria para todos y al final en agua para todos. No se resolvieron dos demandas y se crearon 17. La gente en la calle en Catalunya lo demuestra.

Pero es la única solución. Que la Galeuzka de tiempos de la República vuelva a la palestra y que ese horrido Madrid que se cree el tarro de las esencia españolas, y que además es una autonomía con el privilegio de la capitalidad del estado, se dé cuenta que si España es una Nación, también lo son Euzkadi, Galicia y Catalunya, y que si quiere convivir en democracia las tiene que reconocer con todas sus consecuencias.

Los acuerdos del 78, muy precarios a pesar del incienso que se arroja sobre ellos, ya no dan más de sí. El niño ha crecido y no puede andar con pantalones cortos.

Yo le encargaría a dos, de los tres ponentes constitucionales que siguen vivos y preocupados por lo que está pasando y que ya lo advirtieron en 1978, como son Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca, que a través del Consejo de Estado preparen un borrador de modificación constitucional y que con ese texto se aborde lo que este jueves, el Lehendakari puso encima de la mesa, sin levantar el puño y sin crispar el ambiente, para ahormar una convivencia en una plena libertad libremente asumida.

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