El blanqueo de dictadores

Los ciudadanos de países que están sometidos a diversas dictaduras son los que terminan sufriendo las sanciones internacionales y el aislamiento de sus dictadores, aunque en los últimos años la comunidad internacional y sus instituciones apuntan a los bienes y cuentas corrientes personales y de empresas de los represores y de sus colaboradores. El caso más reciente es el de Rusia que afronta las sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos con unos recursos que había ido acumulando en previsión de unas medidas que pueden ser molestas y dañinas para sus intereses pero que tienen vías suficientes para evitarlas, en gran medida. Lo que se ve afectada, a medio y corto plazo, es la propia economía rusa para dificultar que puede seguir manteniendo la financiación de su invasión en Ucrania y sus actividades de todo tipo en otros lugares del mundo pero que termina afectando a la población.

La gran pregunta es si hay o puede haber éxito al final del camino. En las últimas semanas hemos asistido al intento de blanqueo de dos dictadores con resultados limitados pero suficientes para sus protagonistas. Es el caso del presidente de Siria, Bachir Al Assad, vencedor de la guerra contra la oposición insurgente gracias al apoyo militar y económico de Rusia, principalmente, y de Irán. Después de once años de guerra donde el escenario tenía varios contendientes con diversos intereses y objetivos, y donde los grupos terroristas han jugado un papel más que destacado, tenemos al dictador sirio sentado de nuevo en el seno de la Liga Árabe gracias a la invitación de Arabia Saudí y de sus aliados y tras la recuperación de las relaciones diplomáticas entre los saudíes y el régimen iraní de loa ayatolas. Mohamed Bin Salman, príncipe heredero y hombre fuerte de lo que pretende ser una mayor potencia regional con influencia relevante en el resto del mundo gracias al petróleo, entre otros elementos, mueve sus fichas con Irán, con Siria y otros países de la zona acompañado de una buena relación con China y con Rusia. Veremos si el antiguo aliado fundamental de los saudíes, los Estados Unidos, consigue con la visita a Ryad de su secretario de Estado, Anthony Blinken, mejorar la relación.

Otro caso sonado es el del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que ha aprovechado la cumbre de países sudamericanos organizada en Brasilia por el presidente Lula da Silva para romper su ostracismo y ha continuado viaje a Turquía para asistir a la toma de posesión del reelegido presidente Recep Tayip Erdogan. En Brasilia los presidentes de Chile y Uruguay denunciaron la violación de los derechos humanos y la falta de libertad del régimen chavista frente a la posición de Lula de echar la culpa a la narrativa antichavista. Lo curioso es que con Maduro estuvo el presidente de Hungría, Viktor Orban, presidencialista con tintes autoritarios chirriando constantemente en la Unión Europea y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, obligado por la pertenencia de Turquía a la Alianza con un papel controvertido pero útil y necesario en estos momentos. Tanto en Siria como en Venezuela, la situación es inaceptable, no debemos olvidarlo.