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Pérez Reverte

jueves 30 de junio de 2022, 08:15h

Ha sorprendido Pérez Reverte, reportero de guerra desde siempre y otras aventuras, antes de ser académico de la lengua, con una nueva batalla sobre el derecho de la mujer al aborto. A mí pudo sorprenderme en tiempos que lo hicieran académico de la lengua, por cuanto soy un clásico y un ortodoxo del idioma y sigo fiel al lema académico sobre el lenguaje, ´limpia, fija y da esplendor’, exigencias no siempre permitidas por las urgencias del periodismo reporteril. Y menos por el periodismo televisivo en que todo desafuero lingüístico tiene acomodo. El tiempo ha demostrado que el antiguo reportero, sin ser un estilista, es un dominador del lenguaje y que el capitán Alatriste es no solo un espadachín, sino un dialéctico del idioma.

A mí, de Pérez Reverte hay pocas cosas que me sorprendan. Camaradas contertulios del Café Gijón durante algún tiempo, compartíamos la amistad y las confidencias de Alfonso, el cerillero. Yo un poco más, creo, pues Alfonso era palentino como yo y tenía un ramalazo ´rojísimo’ como yo, militante clandestino del PCE. Ese ramalazo le venía de cuando, niño, hacía de enlace con la guerrilla antifranquista que la Guardia Civil y la gente de orden llamaba bandoleros. Nunca me dijo si había conocido a Juanín y a Bedoya líderes de esa guerrilla y si los conoció sus nombres, para él, eran dos más del montón. Es la placa que Pérez Reverte colocó un dia en el Gijón la que hará inmortal a Alfonso; ‘aquí vendió tabaco y vio pasar la vida, Alfonso´.

Así que defender el derecho de la mujer al aborto por parte de Arturo Pérez Reverte no me sorprende, pues eso es no sólo de justicia, sino también de caballeros. Hace siglos, ya famoso y adinerado Pérez Reverte, le hice una entrevista para la cual establecimos un pacto riguroso. No preguntarle sobre dinero ni sobre mujeres. Eran los tiempos en los que, en los mentideros de Madrid, se rumoreaban los amoríos de Pérez Reverte con una ilustre dama, cuyo nombre no diré, casada con uno de los políticos y financieros más influyentes del momento, cuyo nombre tampoco diré, que era creo presidente del Banco de España o algo así. Esa mujer cuyo nombre no diré se metió luego. O era ya, a escritora de mucho éxito y nombradía efímeros. No hablar de dinero ni de mujeres es el principio que todo caballero nunca debe traicionar. Al decir hablar quiero decir presumir, tirarse el nardo. A ese principio me atengo y me atenderé siempre. Lo cual nada tiene que ver con las inevitables laudatios que he hecho y seguiré haciendo de admirables mujeres, actrices sobre todo, que he conocido. Eso es otra cosa.
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