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Blanco o negro, aquí parece que no caben los grises

viernes 01 de diciembre de 2023, 07:54h

Israel acababa de sufrir su mayor trauma desde el Holocausto el 7 de octubre con el asesinato de 1.400 personas a manos de terroristas de Hamás. En su poder aún permanecen más de 200 rehenes. Unos días después, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, acudía de visita junto con su homólogo belga, Alexander de Croo a Jerusalén. Frente a ellos se encontraba el primer ministro de

Israel, Benjamin Netanyahu, y a Pedro Sánchez no se le ocurrió otra cosa (es un decir, obviamente, porque esa intervención no fue espontánea, sino que ya venía preparada desde Moncloa), que dar lecciones al presidente israelí de cómo hay que actuar frente a los terroristas: “La lucha contra el terrorismo no puede ser sólo con la fuerza”, “el mundo entero está en shock por las imágenes que vemos en Gaza cada día”. Visiblemente irritado, molesto y hasta iracundo, Netanyahu, por el momento, se limitó a contestar al premier español que “si los terroristas salen victoriosos, intentarán destruir Oriente Medio, y luego irán a por Europa”. Los terroristas “odian nuestro mundo libre…”.

Sánchez, sin embargo, no dijo una sola palabra acerca de los vídeos grabados por los propios terroristas donde se ve cómo secuestran, torturan, mutilan y asesinan a los civiles israelíes en su asalto a los kibutz del sur de Israel el 7 de octubre. Que Israel esté violando el Derecho Internacional en la franja de Gaza como respuesta a los indudables, sangrientos y salvajes atentados de Hamás el pasado 7 de octubre no implica que las acciones de este grupo palestino no puedan calificarse de terrorismo sin duda de ningún tipo. Su acción es, probablemente, la más grave de las acontecidas durante estos últimos años tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

No era extraño que tras el encontronazo Sánchez-Netanyahu, Y después de que los terroristas de Hamás agradecieran a Sánchez su “postura clara y audaz” en un comunicado que escandalizó al mundo occidental, el ministro de Asuntos Exteriores israelí acusara a Sánchez de “apoyar el terrorismo”.

El ataque nada diplomático de Sánchez a Netanyahu tendrá consecuencias claras e inmediatas para España, y en todos los órdenes (geopolítico, económico y de seguridad). ¿Se trató de una imprudencia del presidente español?, ¿de una estulticia?, ¿de una nueva arrogancia?, ¿de una salida inapropiada, al menos, de alguien que, en ese momento, actuaba como presidente de turno del Consejo de la Unión Europea? Lo cierto es que su meditada o alocada reacción (ponga usted mismo el adjetivo), va a costarle bastante caro tanto a España como a Europa. Y eso tengan o no razón los hoolligans del gobierno, obviamente partidarios y defensores a ultranza de cualquier gesto, decisión o palabras que salgan de su líder, el presidente Sánchez, o de sus más feroces detractores, críticos sistemáticos de esos mismos hechos o palabras.

Desde Moncloa dicen que se puede criticar a Israel sin que eso signifique alinearse con Hamás, pero no haber dicho una sola palabra para desmarcarse de algún modo del comunicado de Hamás («postura clara y audaz», repito, decían en torno a las palabras de Sánchez), me parece que está más cerca del alineamiento con el grupo terrorista que otra cosa. Y, por otro lado, lanzar esa serie de reproches de forma clara e inequívoca, y delante del presidente israelí, está más lejos de cualquier posición diplomática que ir a casa de un ahorcado y nombrar la soga.

Israel, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, acusó a Sánchez de “apoyar el terrorismo”, y la quimérica ilusión de la diplomacia española de organizar una conferencia de paz en Oriente Medio coincidiendo con el final del mandato de nuestro país en la UE, ha estallado por los aires. Israel, por lo pronto, ha disculpado su ausencia de la cumbre euromediterránea. La actitud del presidente español ha echado también por tierra la pretensión de la UE de actuar como mediadora en el conflicto palestino-israelí.

Por otra parte, la debilidad española frente al vecino del sur, el alauita Marruecos, es aún mayor si cabe, después del episodio Pegasus, y el reconocimiento israelí de la marroquinidad del Sáhara y el hecho de que hoy por hoy Marruecos sea el principal socio de Israel dentro del mundo árabe. Y todo esto sin olvidar tampoco la incómoda situación en la que Sánchez ha puesto a España frente a los más importantes socios de la UE, léase Alemania, Francia, Italia, etc., y a los Estados Unidos de Joe Biden que, probablemente, va a reaccionar con España con idéntica frialdad a la que la sometió tras aquel sonoro desplante de Rodríguez Zapatero al no levantarse ante el paso de la bandera estadounidense durante un desfile de topas de la OTAN en España.

Todo un listado de consecuencias provocadas por Sánchez con miras absolutamente internas, sabedor de que un escándalo oscurece otro anterior y el de la amnistía no es moco de pavo porque ya ha sacado a varios millones de españoles a las calles, y lo que te rondaré morena, a juzgar por las duras reacciones de gobierno y oposición a cuenta incluso de la inauguración del tramo del AVE a Asturias vetando la presencia de la presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso.

Me temo que tenemos una legislatura por delante llena de tensiones, de broncas y de enfrentamientos tan permanentes como estériles, y dentro y fuera de nuestras fronteras, que lo único que van a hacer es ayudar al inquilino de la Moncloa a prolongar su estancia allí. A base de concesiones ideológicas y económicas a nacionalistas y a radicales (de todo habrá en la viña del señor presidente), que luego no pagará él sino nosotros, todos los españoles. Y eso a pesar de los buenos deseos del Rey Felipe VI que, en el acto de inauguración de la nueva legislatura, pedía a sus señorías que se esforzasen en conseguir una España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos… Ya, Majestad, ya….

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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