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De vírgenes, nacionalistas, intransigentes y Sánchez Dragó

viernes 21 de abril de 2023, 08:31h

Al menos desde que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, cabalgase por tierras castellanas hace ya bastante más de 1000 años, España ha sido siempre tierra de valientes, sobre todo cuando el enemigo está muy lejos de poder defenderse o se encuentra desarmado. Uno de los últimos ejemplos que podría encuadrarse en este grupo es el de ese trío de pretendidos humoristas de TV3 que se han burlado de la Virgen del Rocío (¡Ojo, no de la de Montserrat, que la tienen más a mano!), y de los andaluces, que en realidad somos todos los españoles que no tenemos la suerte de tener el grupo sanguíneo y el RH que debe de identificar a los auténticos catalanes. Sus nombres debemos grabarlos en nuestra memoria para poner identidad a los merecedores de nuestro mayor desprecio: Toni Soler, Jaïr Domínguez y Judit Martín.

Este trío de botarates llaman humor a algo que no es sino una nueva carga contra todo lo que no huela a purismo catalán haciendo uso de la más vil e infame de las libertades, la de insultar por insultar, la de ofender por ofender. La bromita tiene un carácter nazi que se las pela. Algo así ocurría en la Alemania de Hitler, solo que con los judíos que primero fueron blanco del odio nazi a través de los chistes más macabros y despersonalizadores lanzados contra ellos por las huestes del dictador, y que luego -como todos sabemos-, acabaron en los hornos crematorios por millones. Claro, al fin y al cabo, no hacían otra cosa que un bien a la humanidad eliminando a seres que, a su juicio, tenían tanto de humano como las cucarachas.

Estos falsos humoristas, adalides de un nacionalismo catalán mal entendido sí que son verdaderos fanáticos e irrespetuosos, y no he oído calificarlos como tales a esta nueva guardia de la moral pública y privada que apunta a todo lo que no sea de su cuerda o no siga los caminos marcados por esta nueva ingeniería social de lo políticamente correcto para tildarlo precisamente de eso, de fascistas o de nazis. Corrijo, pues, en la que creo recta aplicación de la lógica aristotélica, que al callar se hacen cómplices de estos heróicos humoristas catalanes.

Ha sido precisamente alguno de estos militantes revolucionarios y anónimos que se esconden tras un nickname en las redes sociales quien, a colación de la muerte del escritor Fernando Sánchez Dragó, ha dicho de él “Uno menos”. Traduzco de nuevo y otra vez espero que con el beneplácito de Aristóteles, que ese tío, tía o tíe, se alegre de la muerte de Fernando Sánchez Dragó es otra muestra patria de la falsa gallardía, el falso valor y la falsa nobleza hispanos.

Se puede estar de acuerdo o no con un hombre tan polémico y polemista como Sánchez Dragó, siempre en contra de todo y de todos, de opiniones cambiantes a lo largo de toda su vida, pero defensor a ultranza de sus ideas y sus valores. En todo caso, no creo que sea discutible decir de él que siempre tuvo vocación de rescate de los marginados, de los heterodoxos y de los malditos de nuestra cultura.

Y doy por supuesto que ese anónimo celebrante de la desaparición de Sánchez Dragó debe ser autor mucho más preclaro que el de los ensayos Gárgoris y Habidis, Una historia mágica de España (cuatro tomos por los que Dragó ganó el Premio de Ensayo en 1978), La España Mágica, Ideas para una nueva política cultural, Finisterre, Del priscilianismo al liberalismo, Volapié. Toros y Tauromaquia, o la novela ganadora del Planeta en 1992 con La prueba del laberinto.

Son sólo dos pequeñas pero reveladoras y tristes muestras de la incultura, la falta de respeto y el odio por todo lo nuestro que buena parte del pueblo español lleva cultivando hace ya siglos y que culminó en el pasado en una Guerra Civil que estamos reviviendo ahora con una visión sesgada y partidista a través de las consecuencias de esa Ley de Memoria Democrática que quiere imponer una sola óptica sobre acontecimientos históricos que con toda seguridad lo que hará entre los jóvenes historiadores es justamente lo contrario: acentuar el sentido crítico y buscar los datos, el contraste de hechos y pareceres para intentar acercarse a la verdad. Y digo la verdad científica (la estudiosa, la reflexiva, la ecuánime, la que busca la objetividad), que casi siempre es la contraria a la verdad oficial que quiere imponerse.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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