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Diferencias de armas tomar

domingo 06 de marzo de 2022, 10:33h

Dos aviones A400M de los cuatro con bandera española que llevarán armas a la población ucraniana para que defienda su soberanía y su territorio han partido ya hacia la frontera entre Polonia y Ucrania. Fue el viernes pasado.

Sin embargo, el lunes Pedro Sánchez, presidente del gobierno, defendía en una entrevista de RTVE que no habría material ofensivo español para Ucrania. Un día después, martes, la ministra portavoz del gobierno, Isabel Rodríguez, reiteraba esa misma postura tras la reunión semanal del ejecutivo. El miércoles, por el contrario, don Pedro se lució en el Congreso anunciando con la cabeza bien alta y hasta con cierto ardor guerrero a sus señorías que, finalmente, España no iba a ser menos que sus socios de la UE y también enviaría armas ofensivas en ayuda del presidente Zelenski.

No vamos a detenernos mucho tiempo ahora en elucubrar qué llamada –o llamadas-, se recibirían en Moncloa a lo largo del pasado martes para que Sánchez modificase tan rápida y radicalmente su criterio, pero no creo que erremos mucho si decimos que, posiblemente, vinieran de Jesn Stoltenberg, secretario general de la OTAN, o de nuestro compatriota Josep Borrell, coordinador de la Acción Exterior europea.

Es mucho más interesante, sin embargo, detenerse en analizar las consecuencias de ese giro en la postura del gobierno español en una parte del mismo, la que agrupa a los socios de Unidas Podemos. Es público y notorio que Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, está mostrándose últimamente mucho más cercana a las tesis del presidente en materia de política exterior que sus compañeras de gabinete y de formación política Ione Belarra e Irene Montero quienes, como su viejo y resucitado líder Pablo Iglesias, se muestran más partidarias de dialogar con quién ya tiene cientos de tanques y decenas de miles de hombres a las puertas de Kiev violando así toda la legislación internacional sobre la independencia y la soberanía de las naciones, en esta caso Ucrania.

No sé cómo estará sentando a la opinión pública española, inquieta cuando no atemorizada por los continuos bombardeos del ejército de Putin contra objetivos civiles ucranianos, esta inocente –casi beatífica-, postura de las ministras de Unidas Podemos con el despiadado ataque del sátrapa ruso. Seguro que, incluso, se muestran comprensivas con el ataque a la central nuclear más grande de Europa que, gracias a Dios y por el momento, no se ha saldado con decenas de miles de vidas y de miles de hectáreas contaminadas de uranio y todo lo que eso llevaría consigo contra la futura vida del hombre, los animales y la tierra.

Seguro que, pongamos por caso, si a Estados Unidos se le hubiera ocurrido invadir Venezuela no se habrían mostrado tan comprensivas y tolerantes como lo hacen con Vladimir Putin. Parece que lo importante no es la acción -idéntica en los dos casos que planteamos, el real y el ficticio-, sino la ideología que mueve a los invasores. ¡Otra vez nos topamos con la dichosa ideología y no con la naturaleza ética de los hechos que provoca!

Si el apoyo de la población a Unidas Podemos ha ido disolviéndose como un azucarillo en el café en estos dos años que llevan formando parte del consejo de ministros, me parece que va a desaparecer con mucha más fuerza si persisten en la defensa de lo indefendible, a saber, seguir calificando como legítima la invasión rusa de Ucrania. Claro que lo mismo a ellos les gustaría que esa invasión se extendiese al resto de las naciones de Europa, incluida España.

Por el momento, no solo Belarra y Montero sino también sus compañeros de filas Echenique o Iglesias siguen en las redes “erre que erre” contribuyendo así a la demolición de los restos del partido que, así las cosas, solo podrá aprovechar su hasta ahora camarada Yolanda Díaz, si es que no ha decidido ya que, cuando Sánchez decida convocar nuevas elecciones, lo mismo le resulta más rentable formar parte de las listas del PSOE. No sería lo más raro que hemos podido ver en estos últimos meses en la política española.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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