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Fútbol y política

viernes 05 de agosto de 2022, 08:08h

Lo más interesante del deporte patrio en el que se ha convertido el fútbol no suele suceder en el transcurso del campeonato de liga, sino justamente en los meses que van desde el final de una temporada y el comienzo de la siguiente. Es mucho más revelador lo que sucede en los despachos de directivos y representantes de los jugadores que lo que luego estos protagonizan en la cancha.

Véase si no, y, por ejemplo, al imaginativo Joan Laporta, presidente del Barcelona –el Barça, si ustedes quieren-, cómo ha tirado de la contabilidad creativa para intentar salvar al club que ha vuelto a presidir a través de esa triquiñuela económico-contable que ha denominado ‘palancas’. Se trata, ni más ni menos, que de la venta por varios cientos de millones de euros de un alto porcentaje de los derechos televisivos que el club tiene por formar parte de La Liga durante los próximos 25 años. El primer 10% lo vendió al fondo de inversión estadounidense Sixth Street y así podrá enjugar las millonarias pérdidas del año pasado que, al parecer, le impedían poder hacer fichaje alguno para la próxima temporada.

Como creo que ya vamos por la quinta o sexta ‘palanca’, uno confiesa haber perdido la cuenta de los porcentajes y de los millones obtenidos por Laporta tras endeudar aún más al club azulgrana durante un cuarto de siglo. Y todo eso, que ya me olvidaba, para poder hacer esos grandes fichajes que, al menos a priori, aseguren al entrenador ciertas probabilidades de llegar a lo más alto en el próximo Campeonato de Liga y en la Champion League.

Algo parecido viene haciendo Pedro Sánchez, presidente del gobierno, incrementando sin límites el gasto público; repartiendo unos céntimos por litro de combustible al ciudadano que acude a la gasolinera y aun así contempla cómo con los mismos euros del año pasado ahora solo llena la mitad del tanque, o regalando viajes en tren durante tres meses a los que debieran ser agradecidísimos ciudadanos ante la magnanimidad de su presidente. Claro que muy pronto estos caen en la cuenta de que ese dinero es de ellos mismos y que el estado recauda a través del IRPF, el IVA y los cientos de impuestos que ahogan al mismo ciudadano. Y todo eso, junto a este descabellado plan de «medidas de ahorro, eficiencia energética y de reducción de la dependencia energética del gas natural». Todo es poco para intentar derivar la atención ciudadana del caos económico en el que nos ha sumido el gobierno (deuda, inflación, PIB, empleo…) y que va a ser muy difícil desterrar de la conciencia ciudadana sencillamente porque ese es el látigo que le azota cada día, cada hora, cada instante.

Campeón del desastre

En junio pasado se cumplieron cuatro años desde que Pedro Sánchez formó su primer Consejo de Ministros tras ganar la moción de censura a Mariano Rajoy. Hoy solo sobreviven siete de los ministros que nombró (Nadia Calviño, Teresa Ribera, Margarita Robles, María Jesús Montero, Fernando Grande-Marlaska, Reyes Maroto y Luis Planas).

Lejanos están ya aquellos tiempos en que Sánchez era el líder político mejor valorado. Cuatro años después, el presidente apenas pisa la calle. Y, cuando lo hace, es casi a escondidas porque, cuando los ciudadanos lo tienen a la vista, no tardan en abuchearle e increparle.

El problema del presidente consiste ahora justamente en lo contrario, en que se le conoce tanto que ya nadie se fía de él. Su falta de credibilidad por las constantes contradicciones en las que ha incurrido durante sus cuatro años de poder hablan ya más por sí mismas que cualquier movimiento de prestidigitador de la política. Ni sus constantes campañas de photo call en la que convierte cualquier medida o acto político.

Precisamente por esa falta de afecto que el ciudadano español ya no tiene miedo en manifestar (lo de “¡fuera, fuera…!”, es lo más suave que escuchan los castos oídos presidenciales), Sánchez sale cada vez más al foro internacional, en donde se mueve con más comodidad que en cualquier pueblo extremeño, canario, castellano, andaluz, gallego o aragonés Y, de paso –eso creo que piensa él, al menos-, sus apariciones en la Cumbre de la OTAN en Madrid, en Moldavia, Bélgica, Polonia, Marruecos, Francia, Rumanía, Eslovaquia, Italia, Irlanda, Alemania o Ucrania, lo mismo le acaban dando un puestecillo de relumbrón internacional que amortigüe un poquito el batacazo que se dará en las próximas elecciones.

Pero mucho me temo que ni Laporta ni Sánchez vayan a ser fichados fácilmente en el futuro mercado de líderes a considerar para regir los destinos de cualquier institución pública o privada con antecedentes tan artificiosos y tramposos como ineficientes e ineficaces. El tiempo lo dirá.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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