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Josep Piqué y lo genuinamente español

miércoles 12 de abril de 2023, 08:39h

En nuestro país, como mínimo, hay que morirse para que alguien comience a descubrir que un personaje -público o privado, da lo mismo-, merecía la pena. Ha pasado con Josep Piqué, pero es aplicable a cada personalidad en el ámbito que sea, el literario, el académico, el deportivo, el económico, el político, el local y hasta el familiar. Y eso en el mejor de los casos porque en muchas otras ocasiones ese consenso ni siquiera se da. Ya sea por miopía, por envidia o por incapacidad genética, el caso es que el español es muy poco dado a encumbrar a sus paisanos, cosa que, sin embargo, se olvida cuando se trata de manifestar ese reconocimiento a personajes foráneos.

Antonio Machado ya dijo aquello de “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón…”. Y eso entonces, porque ahora son muchas más las Españas y mucho más polarizadas desde el mismo poder político a las que está expuesto todo hijo de vecino, y con el exclusivo fin de recoger réditos electorales. Precisamente por eso resulta aún mucho más extraño y conmovedor que haya habido un consenso político y social generalizado en torno a la figura del Josep Piqué político, empresario, analista, y vertebrador de la sociedad civil a través de diversos canales (tribunas, Foro La Toja, o editor de la revista Política Exterior, entre otros).

Una de las mayores virtudes de Piqué, visto desde fuera, era sin duda su capacidad de escucha. No interrumpía nunca a sus interlocutores y respondía siempre a partir de las tesis o las afirmaciones que acababa de escuchar. Algo tan aparentemente simple como esto es hoy harto difícil descubrirlo en hombres y mujeres públicos, que ya vienen con el discurso aprendido desde su despacho y ya no hay forma de sacarlos del discursito de marras. El por qué es muy fácil aislarlo, identificarlo, faltan ideas, faltan principios, faltan valores y formación cultural suficientes para poder sostenerlos con argumentos (era el caso del Sr. Piqué), y no a través de la descalificación, el desprecio o la teórica superioridad moral.

Tan catalanista como constitucionalista -dos extremos que han querido hacer incompatibles ciertas formaciones políticas–, no es que Josep Piqué fuera un santo, un ser superior que no incurriese en errores o no tuviera defectos, pero no, desde luego, el de insultar, menospreciar o ningunear a sus adversarios únicamente por estar instalados en posiciones políticas o filosóficas distintas y hasta opuestas a las suyas. No, ese era un deporte que nunca practicó y ese solo hecho ya le hace hoy merecedor de ser calificado como ejemplar en un momento de la política española en donde eso se ve, no ya a diario, sino a cada instante, y ya sin necesidad de ponerle un micrófono delante. Ahora bastan las redes sociales para pontificar, insultar y retratarse en cada momento.

Todos esos términos eran aplicables también a hombres tan distintos y distantes como Adolfo Suárez, Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Manuel Clavero Arévalo, Jordi Solé Tura o Josep Tarradellas, por poner solo algunos nombres de políticos de muy diversas tendencias en la Transición. Quizás solo sea eso lo que ha puesto en mayor evidencia la muerte de Josep Piqué, que con él ha muerto también un modo de hacer política, de buscar consensos, de encontrar argumentos que acercasen posturas y abriesen nuevos caminos que dieran cabida a sensibilidades muy distintas, y no la imposición sistemática, la aplicación del rodillo ideológico de leyes aprobadas por la puerta de atrás, sin consenso alguno y pensando más en la revancha que en el diálogo y la negociación. Con Piqué ha muerto un modo de hacer política que nunca debiéramos haber abandonado y que convendría rescatar de nuevo y cuanto antes.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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