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Juego sucio

miércoles 24 de mayo de 2023, 07:53h

Unidas Podemos se ha descolgado ahora con ataques personales al hermano de Isabel Díaz Ayuso a través de camisetas (es el inusitado caso de la misma ministra Ione Belarra), o de una lona gigante colgada de un edificio situado en el número 25 de la madrileña calle Goya, en pleno corazón del barrio de Salamanca. Este último bastante más sofisticado pero con idéntica intención, la de hacer daño a la presidenta madrileña. La pancarta recoge una pregunta que planteó Pablo Casado en una entrevista mantenida con Carlos Herrera en la cadena Cope el 18 de febrero de 2022, en plena guerra interna del exlíder popular con Ayuso. La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España miles de personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas. La lona del partido morado está diseñada como si fuera un tuit enviado desde la cuenta del Partido Popular, que incluye la frase de Casado y la foto de Tomás Díaz Ayuso. Y debajo, ya sobre un fondo del color institucional de Podemos, puede leerse: "¡Hay que echarlos!".

Me gustaría llevar al convencimiento de los actores de estas y otras iniciativas de similar calado social que ya es hora de desterrarlas de la vida política y cotidiana de este país. No todo vale, ni siquiera en campañas electorales. Ambas demostraciones son a cual más indigna, ignominiosa, nauseabunda, aberrante, macarra, populista, antidemocrática y quizás hasta delictiva acción contra un hombre cuyo mayor delito es el de ser hermano de la presidenta de la CAM y, por tanto, objetivo directo de los dardos de la izquierda radical.

Y todo por el mero hecho de que, en las últimas elecciones autonómicas, Isabel Díaz Ayuso fue muchísimo más votada que entre todos ellos juntos. La mala educación, la envidia y la impotencia les ha hecho acuñar ahora el lema implícito de ‘leña al mono’, aunque sea a través de sus familiares directos, como es el caso del hermano de Ayuso, a pesar de que está libre de imputación alguna y más aún de condena, salvo para estos sectarios a quienes les da lo mismo lo que digan o dejen de decir los jueces si va en contra de sus intereses políticos. Intereses que, por cierto, disfrazan erigiéndose en portavoces de una supuesta mayoría del pueblo, aunque luego los votos que reúnen no van más allá del 5 por ciento.

Imagina que un día ves a tu vecino de toda la vida, un hombre tranquilo, sereno, formal, educado y, en cierto modo, hasta triunfador en su profesión, que no se mete con nadie, saluda siempre y se le ve poco por el barrio porque se pasa el día trabajando. Digo que te imagines que ese buen día ves su foto en una lona de una calle céntrica cualquiera y con un eslogan que dice, más o menos, ventajista, aprovechao y no sé cuantas cosas más. Ellos piensan aquello de “calumnia que algo queda” y están persuadidos de que eso va a acabar resquebrajando la convicción que hasta ahora tenías sobre tu vecino. Por eso lo hacen, independientemente de que crean o no lo que allí se escribe o se dice.

Volvemos a la superioridad moral de la izquierda. Si el escrache se monta contra alguien de derechas, es una protesta legítima, si por el contrario, está dirigido contra un líder populista y radical, es una provocación fascista. O los dos escraches son legítimos, o ambos son fascistas, señores. Aclárense y dejen de insultar a la inteligencia del ciudadano.

Son reiteradas e inadmisibles iniciativas que buscan la legitimación del odio y la violencia ejercidos contra particulares, no solo por personas físicas sino, incluso –y eso es verdaderamente grave y más que alarmante–, desde las mismas instituciones, empezando por algunos miembros del gobierno y los partidos que lo sustentan. Si aquí no entra de lleno la fiscalía, ¿cuándo se supone que va a ejercer sus funciones? Así se explican, desde luego, actitudes ilegales e ilegítimas como las que sufren jugadores en los campos de fútbol, cuya expresión última ha sido la de el madridista Vinicius en Valencia. Si una ministra puede insultar a un ciudadano por el mero hecho de ser “hermano de…”, no es sorprendente que ciertas gentes puedan llegar a preguntarse por qué ellas no van a seguir ese ejemplo.

Una reciente intervención en el debate de los alcaldes en la Comunidad de Madrid ha sido especialmente elocuente al respecto. La protagonizó Begoña Villacís, la candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Madrid, al subrayar que hace cuatro años, estando embarazada, fue perseguida, insultada e increpada públicamente, es decir “escracheada”, entre otros energúmenos, por dos de los candidatos números 1 de la izquierda radical en las próximas elecciones del 28-M en la comunidad y alcaldía madrileñas. Pues bien, no han bastado cuatro años para que ninguno de ellos le haya pedido perdón ni pública ni personalmente.

Si el populismo comunista del siglo XXI pasa por señalar impunemente a personas inocentes y volver a asentar sus campañas en acusaciones e infamias contra ellas (no lo dice quien esto escribe, sino que lo ha proclamado la misma fiscalía), como es el caso del hermano de Ayuso, no me extraña que luego los votantes de la Comunidad de Madrid tomen buena nota, vuelvan a mostrar su rechazo a estos personajes y a sus métodos, y otra vez vayan a darles la espalda y a dejarlos donde merecen, es decir, fuera de las instituciones. Al parecer, no les bastó con la lección que recibió Pablo Iglesias en las elecciones autonómicas de abril de 2021 en la CAM porque ahora “vuelve la burra al trigo” y es muy probable que otra vez reciban la misma medicina. A saber, el mismo desprecio y olvido de aquellos votantes que eran vecinos de barrio hasta que, una vez convertidos en casta política no les duelen prendas en cambiar de distrito.

No sé lo que tienen la moqueta y los coches oficiales, que anulan voluntades, entierran hasta la memoria y hacen modificar los principios más sagrados de políticos de todo signo. La izquierda comunista no está exenta, ni mucho menos, de esa regla general. Ejemplos recientes de ello no nos faltan.

El odio solo genera odio. Si es deliberado, planificado y alimentado constituye aún un delito social y democrático de primer orden, que la justicia española no está intentando aplacar y hasta anular sencillamente con la aplicación de la ley. Espero que ningún día futuro tengamos que acabar lamentándonos de que de estos barros puedan surgir lodos ya difícilmente contenibles.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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