La musa roja

Yolanda Díaz nos ha dicho –severa, lánguida, sugestiva y sensual, como siempre-, que apoya y alienta las movilizaciones sindicales ante la patronal para subir el salario mínimo por enésima vez en los últimos meses. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo asegura que el Ejecutivo elevará el SMI “más que nunca” ante la creciente inflación, saltándose así cualquier receta ad hoc, de becarios tan despreciables como el Banco de España, el FMI o los diversos centros de estudios económicos de otras prestigiosísimas instituciones financieras nacionales e internacionales.

Al paso de la siniestra declaración de intenciones de Díaz ha salido tímidamente el vicepresidente de la CEOE, Salvador Navarro (Garamendi debe de estar aún en shock por los constantes reveses que ha tenido que metabolizar en los últimos encuentros con la ministra de Trabajo), considera que su mensaje es «demagógico» y que muestra poca empatía con las empresas... Pero, ¡hombre de Dios!, ¿aún no os habéis enterado? Este gobierno no busca otra cosa que destruir la economía productiva, extender la miseria y engordar al extremo la administración pública. A eso apuntan las permanentes subidas de impuestos, la multiplicación de los trámites, tasas y todo tipo de ortodoxias neocomunistas económicas con las que no dejan de atacar a las empresas y con los que no pararán hasta lograrlo y, al paso que vamos, lo mismo lo consiguen antes de finales de 2023, fecha en la que la izquierda gobernante espera nerviosa que el pueblo español les dé boleto para salir de la Moncloa.

Yolanda es única, perfecta, suave en las formas, pero contundente en el fondo. Ahora quiere volver a reeditar y ponerse al frente de la vieja Organización Sindical de Franco, pero excluyendo a los empresarios. Ha seducido y engañado ya suficientemente a Garamendi, el patrón de patrones, y ahora lo señala, lo tira a la cuneta y, además, quiere que vuelva a pagar la fiesta de la larguísima campaña preelectoral de las elecciones municipales y autonómicas de mayo próximo, una prueba casi de fuego para las generales de finales de 2023.

Yolanda, además, está marcando espacio, mensaje y diferenciación (al menos aparente) frente a Sánchez y las chicas de oro de Unidas Podemos. Y, fíjense hasta qué punto que el presidente vuelve a imitar a la musa roja echándose a la calle para visitar de aquí a fin de año docenas de espacios y ciudades para intentar romper esa imagen de robocop, de aquel Clint Eastwood redivivo en su persona de la primera etapa como actor, duro, rocoso, cerrado, distante, perdonavidas y a quién nada se le pone por delante para seguir atado al machito de la Moncloa.

El caso es que tendremos Sánchez hasta en la sopa en un imposible ejercicio de cercanía, empatía y casi misericordia cristiana con el ciudadano a lo largo de esos próximos, enervantes y aburridos encuentros con quienes se dejen adoctrinar, y así hasta celebrar en octubre el 40 aniversario del triunfo de Felipe González.

Y, entre tanto, y paralelamente, su colega Yolanda sigue trabajando para que los ingresos del estado sigan engordando y así poder disimular mejor esos 65 000 millones de gasto improductivo que se calcula que esta diletante y engordada administración dilapida cada año. Por eso es más necesario que nunca el 30% de lo que en realidad paga la empresa de cada trabajador por él. Y si la inflación sigue subiendo como un caballo desbocado, da lo mismo. Ya vendrá después Feijóo a arreglarlo todo y a darnos a nosotros razones para seguir en la calle tras nuestra lideresa rubia, nuestra musa roja, que enardecerá a las masas contra los herederos de Franco y el fascismo, que eso ya hemos visto que vende mucho.