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Mare mortum

viernes 21 de julio de 2023, 08:02h

Un día veraniego en cualquier playa del Mediterráneo. Bañistas, sombrillas, paseos, niños jugueteando con la arena o con las olas mientras sus padres, sin quitarles ojo, siguen conversando de asuntos cotidianos. Un velero discurre apacible allí al fondo, varios chavales andan también en fila, más cerca de la orilla, remo en mano y chaleco salvavidas enfundado, haciendo sus primeros pinitos con los Kayaks. Los mil y un chiringuitos del paseo marítimo están ya empezando a entonar su actividad habitual a la espera de los primeros clientes que demanden los vermuts, los vinos o las cañas iniciáticas de la mañana y, con un poco de suerte, grupos de familias examinando el cartel de precios del “menú del día” para ir decidiendo ya dónde comer mirando al mar, en primera línea de mesas enfrentadas desde el otro lado del paseo marítimo al Mare Nostrum

Nada extraño en el paisaje nuestro de cada día estival en las playas españolas que van desde Girona hasta Málaga pasando por las valencianas o las de Almería. Nada de particular, digo, salvo en una de las playas de Tarragona, Roda de Bera, en donde un extraño y pequeño bulto flotante acaba depositado en la arena. Lo que inicialmente parece un vertido más, que acaba fondeando en la playa tras haber permanecido días a la deriva, acaba convirtiéndose en un niño o niña, apenas un bebé de unos meses , sin brazos ni piernas, depositado en esa playa tarraconense por las aguas mediterráneas boca abajo, y rodeado de muchos otros enseres. Ni los bañistas, primero, ni los servicios de limpieza del municipio tarraconense después, dan crédito a lo que ven y, aunque primero pensaron que podía ser algún enser –quizás un juguete–, desvencijado, muy pronto caen en la cuenta de que puede tratarse de un niño, probablemente integrante de un grupo de migrantes irregulares que buscaban alcanzar las costas de la vieja Europa lanzados desde algún lugar del Norte de África.

Alarma

El horror pueden confirmarlo muy pronto las distintas autoridades desplazadas a la zona (policía municipal, guardia civil costera, agentes de la Policía Judicial), Mossos d'Esquadra y el Sistema catalán de Emergencias Médicas.

El juzgado de guardia que se ha hecho cargo del caso, probablemente podrá en poco tiempo determinar la identidad delbebé , la causa última de su fallecimiento y confirmar la circunstancia posible de que su cuerpo pudiera haber caído al mar desde alguna patera de las que, a cientos, intentan cruzar el charco durante los últimos tiempos en condiciones de extrema fragilidad. Es la hipótesis más probable porque el niño o niña va vestido con pantalón largo, jersey y chaqueta de manga larga.

Se pueda o no poner finalmente nombre al cadáver, lo cierto es que esta es una más de esas tragedias cotidianas en las que, día a día, se despierta la vieja Europa en las costas del Mediterráneo (España, Italia, Malta y Grecia especialmente), y constituye el espejo de una civilización incapaz de acordar una política común para enfrentarse a estos movimientos migratorios que, con la colaboración de Marruecos u otros países del norte de África, va a seguir siendo asunto cotidiano durante años. No hay más que pensar en el grado de desesperación en el que debían de estar sumido los padres y familiares del pequeño que ha acabado con su cuerpo en las costas mediterráneas españolas para pagar varios miles de euros (3, 4, 5.000 €) a las mafias locales para poder disponer de medio metro cuadrado en la embarcación que intentaría cruzar el charco, aún a sabiendas de que si logran llegar a tierra, la llegada a la playa no es más que el principio de las penalidades y carencias que van a padecer durante años.

La Organización Internacional de las Migraciones, organismo asociado a la ONU, ha puesto cifras a la tragedia: más de 30.000 personas muertas en el mar desde 2014 en su intento de llegar a las costas de Europa. Sólo en esta primera mitad de 2023, ya se han registrado alrededor de un millar de pérdidas de vidas en la ruta del Mediterráneo central. No es extraño, pues, que aquel mar que parecía unir en un abrazo a dos continentes, el Mare nostrum, acabe por convertirse en el Mare mortum. La historia demandará responsabilidades a las autoridades de la UE por no haber sabido encontrar una solución a esta tragedia cotidiana y permanente que toda Europa vive desde hace varias décadas.

Me viene ahora a la memoria un “espectáculo” no precisamente alentador, el vivido en nuestro mismo país hace sólo unos años, en 2018, y que puede resultar paradigmático de la voluntad política existente para resolver el asunto. Me refiero al desembarco de centenares de inmigrantes a bordo del Aquarius en el puerto de Valencia, recién llegado a la presidencia del gobierno Pedro Sánchez. Allí estaban esperándolos varios miembros del gabinete, acompañados de docenas y docenas de medios de comunicación patrios, aunque con exclusivo afán electoralista para los unos, y de “espectáculo” para los otros, como demuestra el hecho de que tres años después, en 2021, solo ocho de los 629 migrantes rescatados del Aquarius habían resuelto su situación legal. Una cifra nada esperanzadora y que desgraciadamente anticipa que serán muchos más los cadáveres de niños, mujeres y hombres, que el viejo Mediterráneo seguirá cobrándose como precio por la incapacidad manifiesta y la falta real de voluntad política para buscar una solución al problema por parte de los dirigentes europeos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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