Ministro de temporada

Alberto Garzón, ministro de Consumo, es de los que no da puntadas sin hilo. El caso es destrozar, pasito a paso, nuestra economía productiva e implantar un sistema de subvenciones generalizado que tenga a la población en permanente estado de shock y en dependencia extrema de la administración. Comenzó con aquellos inopinados y extemporáneos ataques al sector del turismo, estando en plena pandemia y más necesitados que nunca de recibir visitantes para reactivar nuestra economía. Prosiguió con una campaña contra el sector cárnico en medios de comunicación extranjeros que obligó, incluso, a Pedro Sánchez a salir a la palestra para desautorizarlo al afirmar aquello de que no hay nada mejor que un buen chuletón.

Echó después una manita a su colega de ejecutivo y decoalición , Irene Montero, ministra de Igualdad, al acusar al sector juguetero español, en plena campaña de ventas en la Navidad de 2021, como instigador de sexismo a través de una campaña -ahora hemos sabido que costó la minucia de unos 100.000 €-, en la que los juguetes, puestos en pie de guerra ante los fabricantes, reivindicaban “nuestro derecho a jugar con el 100% de los niños y de las niñas, no con el 50%». ¿Y para eso hacía falta una campaña? Pocos padres habrá aún en España –y eso, si los hay-, que no dejen a sus hijas jugar al fútbol, o a sus hijos a las cocinitas.

Más recientemente, y aún no contento con esas salidas de pata de banco, ha querido también borrar del mapa de la alimentación saludable las verduras de invernadero, indignando así a todo el sector de hortalizas frescas de invernadero al no incluirlas en su acción promocional 'Comer de temporada', que además fue realizada sin conocimiento del ministerio de Agricultura. Contento tiene que tener, además, a su compañero en la mesa del consejo de ministros, Luis Planas. Y a este paso vamos a ser permanentemente dependientes, ya no solo de la energía por esa pertinaz e insensata postura gubernamental de no acudir a la nuclear como fuente de energía adicional, al menos mientras duren estas tensiones internacionales que nos están haciendo pagar luz y gas hasta dos o tres veces más caros que el año pasado por estas mismas fechas. Con el trigo, el girasol o la cebada vamos por el mismo camino y, si ahora ya le ponemos palos en las ruedas también a las hortalizas de invernadero, tendremos que acabar por importarlas en lugar de producirlas y entonces Seguro que el señor ministro las incluye como ‘alimentos de temporada’ …

Que en la mesa del consejo de ministros hay dos facciones bien distintas y diferenciadas, ya lo sabemos. Que la coordinación y la defensa conjunta de todos los miembros del gobierno de asumir y defender cuantos acuerdos allí se adopten, también sabemos que es una obligación de todos y cada uno de los 22 miembros que lo componen, además del presidente del gobierno. Pero los seis ministros de Unidas Podemos, en general, y muy particularmente Alberto Garzón se empeñan en recordarnos cada semana que ellos son allí versos sueltos porque tienen asido a Pedro Sánchez por salva sea la parte. Pero ya es hora de que nos ahorren a los ciudadanos espectáculos periódicos tan lamentables como estos que, si a ellos no les avergüenza porque carecen de esa virtud, a los ciudadanos no nos sucede otro tanto.

Hora es ya de que algunos dimitan si tanto les molesta aceptar medidas sobre la mesa del consejo de ministros, que luego discuten , cuando no se oponen a ellas, al salir fuera a comentarlas. Y, si por razones obvias, no quieren abandonar la poltrona, que el señor Sánchez los destituya de una vez y nos ahorre este cúmulo de impertinencias y de decisiones sin sentido que lo único que hacen es perjudicar gravemente a sectores productivos de nuestro país, mucho más necesarios para el bien común que la existencia de ministros y ministras florero, cuyo exponente más claro es este jovenzuelo marxista leninista de salón que considera tan legítimo lanzar una andanada contra los productores de jamón, como comerse unas cuantas lonchitas producidas por aquellos cuando decide darse un garbeo por la Feria de Sevilla. Y la correspondiente cañita, claro. Cuando no con un par, ¡sí señor!