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Oposición a la oposición

jueves 25 de agosto de 2022, 14:31h

Un pequeño cementerio, a tiro de piedra del madrileño Puente de Toledo, La Sacramental de Santa María, acoge el sepulcro de uno de los grandes de la literatura dramática española, Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). En su sepultura figura un epitafio digno del personaje que levanta una mueca tan amarga como reveladora en el visitante que se topa con él: “si buscáis los máximos elogios, moríos”. Una verdad que –al menos en España-, resucita con frecuencia cada vez que alguien tiene el mal gusto de morirse, real o metafóricamente hablando. Sin ir más lejos, ¡quién diría hace solo unos meses que hasta el sanchismo iba a echar de menos a Pablo Casado!

Es tal el desconcierto y el nerviosismo que recorren los despachos de Moncloa y de Ferraz, que este mismo verano –las cosas van a mil en este país…-, ministros y dirigentes del partido socialista han salido en tromba, como un solo hombre y con una sola voz, a lanzar toda clase de soflamas, improperios y hasta insultos contra ese hombre flemático, centrado, prudente y listo como todo hijo de Breogán, que más parece venido de la Gran Bretaña que de esa tierra repleta de sortilegios y meigas que lo único que comparte con la pérfida Albión es la mar océana.

Y esa fama de prudente que traía ya Alberto Núñez Feijóo va adquiriendo aires heroicos, no solo ante el batallón de críticas sino también de insultos personales al nuevo líder del PP. A los socialistas, al parecer, no les gusta el manejo que Feijóo hace de su partido y de sus varones, lo cual probablemente indica que es el mejor posible, es decir, el que más daño hace a sus oponentes políticos.

Es tal la inquina de Ferraz y Moncloa contra el político gallego que hasta se han olvidado de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta madrileña, que habrá podido perderse por alguna playa sin que las andanadas de sus adversarios la hayan perseguido implacables como venía sucediendo hasta ahora. Su jefe, por el contrario, que había buscado el refugio de su tierra gallega, y que ha predicado con el ejemplo de dejar a los líderes autonómicos que gestionen sus propios asuntos, ha tenido que desayunarse cada mañana con nuevas, crecientes y desagradables andanadas verbales.

Sí, el presidente del PP ha sido el blanco de prebostes socialistas que, incluso en vacaciones –Sánchez el primero-, han encontrado un hueco en sus apariciones públicas para llamar de todo a Feijóo: desde “mentiroso, ignorante, sectario e incompetente”, hasta “obstruccionista” y “negacionista”, desde “insolvente, inmaduro, cínico y con poco sentido de Estado”, hasta que “no es de fiar”.

Se me viene a la cabeza ese viejo aserto castellano que recuerda al más pintado eso de que «cree el ladrón que todos son de su condición». Y lo digo porque todos y cada uno de esos calificativos e insultos los ha venido recibiendo el hoy presidente del gobierno, no de parte de los líderes populares –al menos, no solo….-, sino desde voces de ciudadanos de a pie en las escasas pero sonadísimas apariciones de Pedro Sánchez en plazas públicas, y eso que desde Moncloa se mide al milímetro cada una de esas apariciones del presidente que, con todo y con ello, no puede soslayar que el malestar y la censura espontáneas del ciudadano a sus políticas se transformen en esas mismas críticas e insultos de argumentario lanzadas ahora premeditada y planificadamente contra Feijóo desde chiringuitos, yates y mansiones socialistas.

Si los planes gubernamentales para frenar su caída libre en las encuestas, reflejada ya incluso por el Centro de Investigaciones Sociológicas -sí, hombre, el CIS de Tezanos-, que también comienza ya a dar la victoria a los de Feijóo, me parece que vuelven a errar en la estrategia. En vez de loar sus propios aciertos - ¡claro que son tan pocos…! -, vuelven a dedicarse a denostar a la oposición, jugando ya a ser la oposición de la oposición y calentando motores para ir convocando huelgas generales y batallas callejeras ante la magnitud de los problemas que Feijóo va a heredar de la ligereza sanchista y morada a la hora de ampliar la deuda pública y de seguir ahogando con impuestos a ciudadanos, pequeñas, medianas y grandes empresas.

Las voces del gobierno ya vienen avisando a propios y a extraños que este otoño e invierno van a ser muy duros en España. Perogrullada innecesaria porque, con gobiernos como este, vamos viendo que todo es susceptible de ser empeorado. Las reflexiones que la visión sosegada y serena que debieran traer estos días de descanso para los señores ministros, acerca de la conveniencia o inconveniencia de ciertas decisiones adoptadas, debieran derivar en autocrítica. Pero ese concepto , al parecer, está desterrado del vocabulario gubernamental.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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