¿Papá o mamá?

Los caminos del Señor son inescrutables, dice la biblia. Los de Pablo Iglesias también, aunque la biblia no se meta en estos vericuetos marxista-leninistas que el otro líder de Unidas podemos transita hoy para destronar a quién él mismo eligió como su sucesora, a saber, la nueva musa de la izquierda a la izquierda del sanchismo, la fulgurante y rosa lideresa de la plataforma Sumar, Yolanda Díaz.

Aunque no ha hecho más que empezar, este combate a vida o muerte entre papá Iglesias y mamá Díaz en las filas de la izquierda radical tiene un final tan incierto como el del F.C. Barcelona en las competiciones futuras de la UEFA.

Lo que está claro, para empezar, es que lo que Iglesias piensa que le conviene a su partido no parece coincidir con lo que vienen planificando desde Moncloa el tándem formado por el clan de los Sánchez, Pedro y Yolanda.

El primer asalto lo constituirán los resultados finales de las autonómicas y municipales del 28-M. A esa cita resulta más que improbable que pudieran acudir juntas las facciones de Podemos y Sumar.

Entre otras cosas porque, como tal, la plataforma de Díaz no se presenta aunque lo hagan a título individual algunas de las formaciones que la integran. Pero, al fin y al cabo, la herida de la traición de Yolanda Díaz a Pablo iglesias está reciente y, por tanto, no hay tiempo material para la cicatrización.

Otra cosa bien distinta es lo que pueda pasar en el segundo asalto, el de las generales de finales de 2023. Hasta entonces habrá tiempo suficiente en las dos formaciones de izquierda para examinar detenidamente las consecuencias de la ruptura política de la pareja de líderes y entonces, puesto cada uno en su sitio, acaso puedan quedarse al margen traiciones y orgullos de macho alfa, y la necesidad obligará a actuar en consecuencia.

Eso de abandonar la moqueta, los coches oficiales, el Puma y el Falcon tiene un poder inmenso de convicción y, entonces sí, puede que las aguas vuelvan a discurrir juntitas y hasta revueltas, aunque haya que tragar sapos y serpientes en uno de los bandos contendientes para plegarse humildemente a la otra, al menos de cara a la galería.

La guerra abierta entre “papá” y “mamá” no parece pues, que vaya a terminar con vientos de paz. Iglesias es lo suficientemente soberbio como para no perdonar nunca la traición que ha tenido que soportar de la mujer que él mismo señaló como sucesora pensando que Díaz iba a plegarse dócilmente a sus deseos y planes.

No, las cosas no han discurrido por ahí y la presencia de la vicepresidenta 2ª en el nuevo escenario surgido tras la renuncia de Iglesias, eclipsa la de las otras ministras de Podemos (ya puede olvidarse la coalición del “Unidas” que le precede), consecuencia lógica tras los patinazos históricos que han supuesto leyes como la del “Solo sí es sí” y “Trans”.

Son fuente inagotable de problemas y de sonrisas y lágrimas, no solo en las filas de las otras formaciones políticas, sino en la propia y mucho más aún entre una ciudadanía que asiste tan perpleja como aterrorizada a ese no bajarse del burro a pesar de que las rebajas de penas, las excarcelaciones y los sinsentidos vayan a enterrar a la coalición y, de paso, a las ministras Montero y Belarra enfrentadas a la nueva lideresa.