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Silencios que hablan

jueves 23 de junio de 2022, 08:00h

Quienes asistimos con frecuencia al teatro, acudimos a escuchar una conferencia o degustamos la lectura en voz alta de textos escritos para la ocasión sabemos que tan importantes como las palabras son los silencios. Las unas no alcanzarían nunca su significado pleno, último, sin los otros, los necesarios y, a veces, difíciles silencios. Estos siempre están al servicio de aquéllas, las remarcan, las engrandecen y les dan el justo acomodo y significado.

Pero no es de ese tipo de silencios del que queremos hablar hoy, sino de esos otros que envilecen. El de la ministra de Igualdad y las demás ministras guay que forman parte del gobierno Sánchez es uno de ellos. Hablo, por supuesto, de ese silencio escandaloso de Irene Montero y de las demás señoras ministras que pone al descubierto su falta de solidaridad y compromiso, de gallardía y de empatía mínimas que hay que mostrar con la denunciante, no con la imputada, no con la ya exvicepresidenta del gobierno valenciano, Mónica Oltra, sino con la víctima causante de su dimisión, a saber, la menor tutelada que fue agredida reiteradamente por el entonces marido de la política de Compromís y hasta ahora firme baluarte de ese nuevo movimiento de izquierda radical que quiere gestar en torno a su figura Yolanda Díaz. El comienzo del nuevo movimiento político no puede ser peor.

Y en su adiós del martes pasado a la vicepresidencia y al escaño en las Cortes valencianas, la señora Oltra -voz quebrada, lágrimas aflorando, alma ofendida-, lanzó reproches para los poderosos, la ultraderecha, los medios y, aunque no lo explicitó, supongo que también contra Ximo Puig que fue quién, en última instancia, la puso entre la espada y la pared de la dimisión. Esos reproches, sin embargo, no alcanzaron a su exmarido por abusar de una menor, que la exvicepresidenta trató de encubrir, según las acusaciones del juez y de la fiscalía.

Posiblemente forzada por su propio partido y, desde luego, un minuto antes de que el propio Puig la destituyese -ya se ha visto que, por encima del servicio al pueblo, la defensa del débil y todo eso que queda tan bien predicar-, la activista valenciana esperó hasta el último segundo para bajarse del carro del poder y la poltrona. Y además con ese final de opereta que sucedía -recordémoslo porque aquí todo se olvida como se va el humo de un cigarrillo-, tras el fiestorro particular que le montaron algunos de sus adeptos apenas 48 horas antes del anuncio de su dimisión, y en el que la feminista y amiga de Díaz, enfundada en un atuendo naranja, bailaba como si no hubiera ya un mañana. Y así era, tenía toda la razón: mañana sí, pero un pasado mañana, no. Demasiado tarde ya y peor aún dejando la dignidad de todo servidor público aparcada ahí al lado por si otro pasado mañana aún hubiera oportunidad de subirse de nuevo al carro de la política, si es que a esas alturas aún queda algún compañero de hoy que quiera reconocer que algún día lo fue de Oltra. La política, muchas veces, es así de navajera, de fría, de despreciable.

Lo peor, sin embargo, es que nadie del ministerio de Igualdad haya salido a la palestra pública a defender a la entonces niña -hoy mujer-, agredida sexualmente. Con esta actitud queda ya patentemente demostrado –si es que aún hacía falta para algunos-, que hay dos tipos de mujeres. Las nuestras, es decir, las que podemos aprovechar para nuestros fines políticos de superizquierdas y superfeminismo, y luego están las demás, las que son de extrema derecha, fascistas y cómplices del heteropatriarcado que -en el fondo, y aunque no nos atrevamos a decirlo explícitamente-, se lo merecen.

Señora Montero, ¿dónde están las voces feministas del “hermana, yo sí te creo”, o las de “sólo sí es sí”? Hay silencios que llegan más allá de los gritos más altos. Hay silencios que retratan a unos y que avergüenzan a todos los demás, o sea, a la inmensa mayoría de gente decente que, afortunadamente, todavía queda entre los españoles de uno y otro sexo, o de uno y otro género, como le gusta decir a usted. Está claro que algunas menores abusadas no merecen, ni merecerán nunca, el apoyo de la ministra de Igualdad.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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