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La serie de las vanidades

domingo 25 de junio de 2023, 10:25h

Tal como avanzamos en estas mismas páginas hace algunas semanas, la campaña está resultando una asquerosidad morbosa, sucia y manipuladora.

La ventaja de la izquierda es que maneja mejor las RRSS que el PP, que parece haberse escapado de la serie los Picapiedra y que su asesor principal sea un abuelo con trompetilla, ni siquiera audífono con pilas. Vox maneja mejor sus perfiles en Instagram, Tiktok y twitter y en el PP -habría que saber quién es el asesor que maneja sus RRSS, lo imagino cazando las letras con el índice y sacando la lengua por la comisura izquierda en demostración de su esfuerzo intelectual- ni tienen spin doctors que sepan lo que hacen: parece sus decisiones de propaganda las tomen Nuevas Generaciones entre birras y copas VIP en Pachá Madrid, ocurrencias como la tontada del Verano Azul que, para más necedad, ni siquiera han contemplado pagar los derechos de autor; es más, ni debían saber que los derechos se tienen que pagar (como les tontes del ministerio de igualded que robaron imágenes de modelos gordas o ancianas con mastectomía y les llovieron reclamaciones hasta de Australia) y que, en este caso, son de la corporación RTVE que, a su vez, es controlada por el gobierno, así que habrá demanda con la pólvora del rey del contribuyente.

No creo que esta bazofia de polítiqueo que estamos viviendo -la campaña empezará 15 días antes de las elecciones, esto es solo el aperitivo- sirva para mucho. La izquierda y sus portavoces más pijos, Jordi Évole, más trasnochados, Jorge Javier Vásquez, y más belicosos, Oskar Matute, solo van a convencer a los ya convencidos. Y lo mismo pasa en la derecha. Al final, estas elecciones se reducirán a quién tiene menos votantes de vacaciones que no han previsto su voto por correo. Las rabietas de Iglesias porque a su ex la han dejado sin coche oficial -tranqui, Pablo, si ganan los tuyos a la madre de tus hijos la nombrarán cualquier coseta internacional, a modo de ¿paga giratoria?- o los ataques a Juan Roig y Amancio Ortega que solo tienen el reflejo pasivo de no meterse nunca con Jaume Roures, el gran financista capitalista benigno-despiadado con algunos asuntos turbios a sus espaldas, no son campaña para convencer a nadie, son solo retroalimentación para la propia tropa. O tropel.

Si lo de Verano Azul resulta ridículo, el egocentrismo vanidoso de Sánchez suplantando a un periodista haciendo autoentrevistas-masaje a sí mismo y a sus ministros es tan atroz como aquella serie nonata de El ala Oeste de Sánchez.

Hablando de series, he revisitado Borgen estos días. Dinamarca es un país pequeño, una monarquía parlamentaria que tuvo a bien cerrar el senado a principios del XX porque era inútil y un gasto innecesario, como el nuestro. Claro que es una ficción con pretensiones pedagógicas, pero a uno le gustaría que por lo menos el 20 o el 25% de nuestros políticos patrios fuera la mitad de esforzado y respetuoso con el contrario que el peor de los parlamentarios de la serie. En uno de los capítulos, alguien dice que su obligación como políticos es negociar hasta la extenuación y, entonces, seguir negociando. Y lo hacen con todos, comunistas -partido del Pueblo (Podemos)-, ultras -partido de la Libertad (Vox)-, Moderados (PSOE), La Derecha (PP)… y da una cierta pena que nuestro país, con un sistema mellizo ya que no gemelo de aquel esté compuesto de tantos tiralevitas que medran en una granja de políticos incubados, moldeados a medida, dóciles y sin ideales ni más amor por su patria que por su posición.

Voy a votar, pero no lo haré por Sánchez el Vanidoso ni por Sumar, esa Izquierda Unida versión beta: no quiero volver a ver cerca de la máxima institución elegida del estado, el gobierno, a los antiEspaña: los corruptos renegados de ERC; los herederos de la sangre derramada con plomo, Bildu; los comunistas perdidos en su toricidad, incapaces de esfuerzo, trabajo o progreso, Podemos. Ni a uno tan cínico.

Lo que querría ver es como la mayoría verdaderamente mayoritaria, PSOE y PP, llegan a un acuerdo de legislatura, incluso de gobierno, representando a más de 20 millones de votantes, fijándose en lo que nos une como españoles y ciudadanos y no en lo que nos separa, alimañas vestidas de Dior y palabras melifluas buscando guerra.

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