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Cayo Mario Sánchez Castejón

lunes 04 de diciembre de 2023, 09:44h

Un sentimiento de pérdida y vergüenza me embarga desde que un delincuente cobarde, huido en un maletero y protegido por dinero malversado tiene a España cogida por las pelotas.

No es que me preocupe que España se rompa o cualquier zarandaja similar: España lleva aquí cinco siglos y un iluminado ladrón y golpista y su compinche narcisista no van ni a arañarla. Sí me preocupa la reacción en cadena que ya se está produciendo con otras regiones y que asoman por la puerta mostrando la patita: ahí está la Galicia woke pidiendo un pacto fiscal, la Valencia woke que se declara parte de los països catalans sea esta entelequia lo que sea y, claro, Euskadi que ya solo le queda conseguir un ejército.

Siento, pues, pérdida y vergüenza. La pérdida de valores tan simples como el honor, la dignidad y el compromiso y de vergüenza por ver como un trepa de la peor calaña, posiblemente aquejado por la Triada Oscura, vende hasta la catedral de León a cambio de un día más en Moncloa. Y cada vez que lo veo o escucho, me acuerdo inevitablemente de Cayo Mario quien desencadenó la primera guerra civil de la historia de Roma en 88 a. C., huyó cobarde, ocupó Roma un año después e instauró un gobierno de terror que le llevó a su propia muerte.

Sánchez no es un enfermo mental como he leído últimamente. No sufre un brote psicótico como el de Ángel Martín; no tiene una depresión que se pueda tratar con fluoxetina; no es un esquizofrénico o un bipolar que requiera reajustar su química cerebral. No, Sánchez no es un enfermo mental y es justamente eso lo que lo hace tan peligroso.

Su propósito no es acabar con el espíritu del 78 o desmembrar España en taifas o crear las condiciones ambientales para que el Cantón de Cartagena de 1873 nos dé la risa en comparación. No: su único objetivo es pasar a la historia, alimentar su ego y esconder su mediocridad y sus carencias intelectuales: él no gobierna, interpreta un papel y se lo ha creído.

Sus cambios de opinión constantes -y no hemos visto aún nada: la fiera, cuando esté acorralada y a punto de morir políticamente, se revolverá y morirá matando,- y llenos de riesgos diplomáticos, políticos, sociales e internacionales solo buscan una cosa: alimentar sus ansias de posteridad.

No le importa la bondad o maldad de sus actos, no le importan las consecuencias de sus decisiones-disparate, no le afectan las personas que hace sufrir, traiciona o defenestra sin pudor, solo le importa afianzar y reafirmar su superioridad autopercibida frente al resto de la humanidad: ahora va de gran líder mundial enmendándole la plana a Israel, a Italia, a Argelia y a Argentina, Tenorio de pacotilla: Por dondequiera que fui / la razón atropellé, / la virtud escarnecí, / a la justicia burlé / y a las mujeres vendí. / Yo a las cabañas bajé, / yo a los palacios subí, yo los claustros escalé / y en todas partes dejé / memoria amarga de mí.

No estaría de más que un tribunal médico internacional lo examinara y determinara si está capacitado mentalmente para dirigir los designios de un país de acuerdo a lo que demandan sus ciudadanos o, por el contrario, estamos ante un sociópata narcisista y maquiavélico que no solo no se detendrá ante nada sino que cada vez irá más lejos en su afán.

Mi vergüenza tal vez sea solo mía y no nacional, pero que la mentira, el incumplimiento, la falta de honor y compromiso, la carencia de límites y fronteras mentales que marcan la existencia de la moral en nuestro interior, sean las características principales de nuestro infame presidente del gobierno y que centenares de políticos, avariciosos, rabiosos como perros y en permanente qué-hay-de-lo-mío, le sigan el juego, le apoyen, amparen y asuman sus razonamientos desquiciados solo para sacar su tajada, me hacen agachar la cabeza del bochorno.

Sánchez pasará y España continuará, pero restañar las heridas llevará años, sobre todo porque deberíamos borrar oficialmente su nombre de todo documento oficial y que la historia solo recuerde la ignominia causada pero no el nombre del causante.

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