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La Internacional Financista

viernes 21 de febrero de 2020, 13:29h

Pues va y resulta que nuestros hermanos latinoamericanos (para mí lo son: he viajado por Venezuela, Perú, México y Panamá y conozco bien Colombia, donde tuve el honor de ser corresponsal para este periódico) nos van a haber sacado las castañas del fuego en más de una ocasión.

La Internacional Financista, o sea, esas personas que financian a nuestros partidos desde otros países, tiene una sucursal especialmente activa en Venezuela, país rico donde los haya, que ha estado dándole plata incluso al PP, ese crisol de honradez, según informan este mismo diario y la fuente principal, eldiario.es, y es que, como dice el refrán castellano, en todas partes cuecen habas y en el PP a calderadas.

No voy a señalar las irregularidades y hasta delitos que se derivan para los (dirigentes de los) partidos que se financian opacamente y desde el exterior, dejo eso para los jueces, pero sí quiero señalar la putrefacción que nos circunda. Ya no es solo la ristra de casos apestosos que arrastramos desde los 80 y cuyo alumno más aventajado ha sido el Pujolismo. (Datos del CGPJ 2018 sobre imputados por corrupción y fraude política por CCAA): en Madrid 145, en Andalucía 153 y en Cataluña 303, más que la suma de los dos anteriores.

También hay casos en Galicia, País vasco, Navarra, las dos Castillas… pero son meros aprendices al lado de los soberanistas catalanes. Venga otro dicho popular: El que miente roba y estas gentes del lado protervo de Cataluña han hecho de la mentira más que un doctorado, una cátedra en la que llevan desde 1979 adoctrinando generaciones, moldeando la historia y falseando la realidad hasta que ya no es en absoluto reconocible allende el Ebro. Contaré una anécdota a modo de ejemplo: en 1981, estudiando yo tercero de derecho en la Central de Barcelona, el profesor de Penal habló en un momento dado de la Guerra de Secesión que acabó con la derrota de las tropas catalanas en 1714. Yo le interpelé educadamente (eran otros tiempos: se podía fumar en clase y la asignatura se impartía en dos grupos, castellano o catalán; pero interpelar a un profe en clase era casi anatema) y le dije que creía haberlo entendido mal, que me parecía haber oído sEcesión en vez de sUcesión. Y se desataron los demonios y por más que intenté aclarar a todos y especialmente al profesor, que lo sabía mejor que yo, que a la muerte de Carlos II se enfrentaron dos facciones, austracistas frente a borbones, y que aquello quedó en la historia como la guerra de Sucesión, no conseguí más que el profesor me llamara renegado y botifler. ¡Y era 1981!

Desde 1979, esto es 41 años, el soberanismo ha ido sembrando la cizaña y la ponzoña alimentando con mimo extremo el odio a la otra mitad de Cataluña. Ha sido un sirimiri malayo, una erosión lenta pero tan constante como eficaz que ha trastocado por completo los conceptos de la realidad contemporánea y los hechos (documentados, probados) de la historia hasta desdibujar ambas de tal manera que una niebla densa cubre cualquier pensamiento crítico en aquella zona. Y no se me malinterprete, que es una de las armas pedestres que suelen utilizar: la lengua catalana, la literatura catalana y hasta el románico catalán son admirables y acervo cultural común del que estar orgullosos intelectualmente todos los españoles, igual que lo estamos del madrileño Lope de Vega, del sevillano Velázquez, del donostiarra Jose María Zubía (a) Aita Mari, del murciano Juan de la Cierva o del canario Pérez Galdós por soltar algunos nombres así a vuelapluma.

El resultado de una maquinaria tan espectacular para mentir ha sido el robo sistemático de fondos públicos. Los que más, los soberanistas pujolistas, pero le han seguido con ventaja de alumnos avezados los socialistas andaluces y los populares madrileños; unos para tapar su red clientelar sobre la que sustentaron 40 años de gobierno y otros para tapar su sucia manera de entender el gobierno como extensión de los negocios. Esto es lo que tenemos que procesar judiacialmente y poner candado definitivo a cualquier puerta que permitiera ni levemente su repetición. Y dejar de disparar cohetes y masclets con nombre venezolano, que parecemos tontos mirando un dedo.

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