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Némesis y el aprendiz de Maquiavelo

jueves 14 de diciembre de 2023, 13:38h

La gran diferencia entre Puigdemont y Sánchez está en el concepto compromiso. Puigdemont, un hombre en muchos aspectos miserable, como la indignidad de esconderse en un maletero, es un hombre comprometido con la causa independentista desde 1980 en que acudió a un mitin de Pujol i Soley, ese viejo hoy desprestigiado por evasor y tramposo pero que en aquellos días era una estrella rutilante que hablaba de independentismo sin nombrar la bicha.

Puigdemont empezó estudios de filología catalana, pero abandonó para escribir de deportes en un par de revistas sin trascendencia. No obstante, se apalancó en el periodismo y, a día de hoy, sigue definiéndose como periodista.

Es un buen padre y buen esposo, amante de su familia, poco complicado en sus gustos, sencillo, austero y, en general, nada engreído. Y tiene un sentido del compromiso muy alto, de los que dicen que su palabra va a misa.

Más allá de las diferencias ideológicas, a Sánchez este hombre lo tiene bien agarrado por los cataplines no solo con la espada de Damocles de siete votos que pende sobre la nuca del presidente, sino por su forma de entender la palabra dada.

Mientras uno no tiene palabra, el otro solo tiene palabra. A Puigdemont le da igual que España se hunda -Espanya es problema de Sanchez i dels espanyols, no pas dels catalans, ha dicho Pilar Rahola, íntima de Puigdemont, en TV3- o que los extremeños se mueran sin tren a Madrid o que en las Canarias no tengan para proveer el agua dulce necesaria o que en Andalucía haya un millón de pobres severos.

Puigdemont solo está empeñado en una cosa: Cataluña y avanzar hacia la independencia, cuanto más mejor. Sabe, además, que los socialistas no son de fiar: Rodríguez Zapatero los engañó (no lo hizo, en realidad: Zapatero dijo que aceptaría el Estatut que saliera del legislativo catalán, pero fue tonto, ingenuo o despistado y no añadió “siempre y cuando esté dentro de la ley” y cuando Cataluña remitió su texto a las Cortes, resultó que 14 artículos estaban manifiestamente fuera de la constitución, el TC los anuló y de aquellos polvos estos barrizales) y Sánchez miente más que cambia de opinión como sabe todo el orbe.

Para Puigdemont es fácil: todo por escrito y ateniéndose estrictamente a la letra, no a su espíritu; con la mediación de un extranjero que no permita al mentiroso cambiar de opinión y una voluntad férrea y determinada absolutamente de no negociar nada fuera del texto con el escurridizo Sánchez.

Puigdemont es la horma del zapato sanchista, su Némesis política y hasta la puerta de su caída: un zelote dispuesto a inmolarse antes que ceder una coma. ¿Que ustedes para hacerse los buenecitos ponen a Patxi López a decir que perdoncito, concordita y reencuentrito? Pues inmediatamente sale la antipática, sosa, desabrida, pija y racista Miriam Nogueras a ponerle los puntos sobre las íes “Això no va de retrobament (reencuentro), sinó d'independència” y, de paso, llamar delincuentes a los jueces Espegel, Lesmes, Llarena y Lamela volviendo a insultarnos una vez más y ahora con recochineo.

A los indepes no les interesa España recuerden ese me importa un comino la gobernabilidad de España dicho por ERC en la tribuna del Congreso y a Puigdemont ni siquiera le interesa un pacto para el reencuentro. Junts es un partido mafioso en el sentido amplio de la palabra y repasando los discursos de Pujol de los 80 y los 90, disponibles en red, se ve con bastante claridad que cada vez que dice “catalanismo” está diciendo “independentismo”, va en su ADN.

Desde el trespercent robado en cada negociete del govern, desde la estafa monumental de los Pujol, de Lluis Prenafeta, de Félix Millet… hasta las aguas sucias, ruidosas y llenas de trampas de hoy, se pueden unir los puntos y surge una línea recta.

El independentismo de CdC/Junts siempre ha sido llorón, tramposo, victimista y manilargo, pero no errático. No se esperan en él dudas, cambios de rumbo o brújulas trucadas: Puigdemont está escribiendo el epitafio sobre la lápida de Sánchez con el cincel de la exigencia de cumplimiento de la palabra acordada. Y Sánchez, como el escorpión que pica a la rana, no podrá evitarlo, no podrá mantener su palabra porque simplemente no sabe cómo se hace eso. Entonces Puigdemont lo ahorcará, despacio, con dolor y sin piedad porque al contrario que en la fábula, él no es una rana sino un cocodrilo de piel muy dura para los dientes de leche de nuestro aprendiz de Maquiavelo.

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